América es el paraíso de lo posible, y el infierno de las prohibiciones. Por la calle, uno puede encontrarse personajes y paisajes de lo más variado posible, paseando desde el mal gusto a la ostentación o al puro frikismo. Y lo mejor de todo es que nadie parece darle importancia al asunto. Sólo a los extranjeros se nos nota que somos extranjeros, porque todavía nos damos la vuelta cuando nos cruzamos con algún personaje curioso por la calle. O porque -como es mi caso- nos detenemos a sacar fotos.
Los americanos hacen gala de la libertad. Freedom es la palabra que más repiten cuando se refieren a su país. Es casi un dogma. Y por este motivo, la libertad individual es sagrada, incluso para hacer el ridículo. Mejor dicho, el ridículo no existe porque la soberana decisión del individuo prima sobre las convenciones. Si uno quiere ir vestido en pijama por la calle, llevando un gorro de mexicano y calzando abarcas de pastor vasco, allá él.
Pero detrás de la apariencia está el otro lado de la realidad, que también nos sorprende. Y es que por mucho que se diga, los americanos tienen también sus convenciones, y son muy rigurosos al castigar a aquel que las transgrede. Puedes ir vestido como quieras por la calle, pero a nadie se le ocurre, por ejemplo, quitarse el jersey para probarse uno nuevo en los grandes almacenes: es poco más o menos como hacer strip-tease. "Esas cosas se hacen en el probador", te dirá indignado el dependiente cuando descubra que no eres más que un inmigrante y desconocedor de las costumbres americanas. Lo mismo ocurre, por ejemplo, con el alcohol. Está prohibido dentro del campus. No sólo es que no lo venden en las cafeterías, sino que si te ven llevando una lata de cerveza o similar, se te puede caer el pelo, aunque te la hayas traído de casa. Xabier quiso hacer unos años un festival gastronómico vasco en la Universidad (y ya saben lo que dijo Argiñano en la película Airbag: "Dónde se ha visto, comer sin vino"). Tuvo que recibir un permiso especial del rector para poder servir una copita de tinto acompañando al festín.
Todo esto viene a resumirse en una cosa: hay que andar con cuidado para no meter la pata.
Mientras tanto, adjunto presento algunos "personajes" y "objetos" curiosos que me he ido encontrando estos días. Había más, pero me pillaron sin cámara. Creo que merecen la pena. Al "cowboy-Indurain" lo pillamos mientras subíamos por Virginia St. camino de casa, junto a la zona de los casinos. Fue una operación arriesgada, ya que tuvimos que ponernos a su lado con el coche para tomar las imágenes. Por suerte no se dio cuenta, o le dio igual. La furgoneta -que encontramos en un pueblecito llamado Gerlach- y su decoración merece, simplemente, un no comment.
Saludos desde Columbus, Georgia, donde voy a experimentar por segunda vez la vida en los Estados Unidos. Inicié ese blog por mi estancia como Visiting Scholar en la Universidad de Nevada. De aquel año quedan aquí algunas experiencias, las más de ellas divertidas. Ahora toca contar los sucedidos en el otro extremo de este extenso país, como Visiting Scholar in Latin American Studies en la Columbus State University. Welcome to the South!
Un año en Reno
En este diario iremos compartiendo algunas de las experiencias -espero que la mayoría de ellas agradables- durante los diez meses de estancia, día más día menos, como William A. Douglass Distinguished Scholar en el Center for Basque Studies de la Universidad de Nevada, Reno.
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