Sobrevolando Winnemucca |
Tras el primer mes de adaptación en Reno, que se me ha hecho muy corto por toda la cantidad de gestiones y papeleos que hay que hacer para instalarse legalmente en el país, esta semana he hecho mi primer viaje de regreso a casa. Aunque también hay otro tipo de razones personales, el motivo fundamental de este viaje tiene que ver con mi actividad en el CBS. Durante esta última semana de septiembre, y los primeros días de octubre, estamos organizando en Bilbao el meeting anual de AEMI (Association of European Migration Institutions); es un evento que llevamos más de un año organizando, ya desde antes de que se planteara mi marcha a Reno. Por otra parte, me va a permitir "estrenar" oficialmente mi nueva afiliación científica, ya que al mismo tiempo llevo el encargo de establecer algunas relaciones con los colegas europeos en nombre del centro. Veremos.
El Gran Lago Salado. En la orilla del fondo, están Ogden y Salt Lake City. |
Salt Lake City es la capital mundial de los mormones, que a mediados del siglo XIX se refugiaron en el desierto de Utah escapando de la persecución de sus compatriotas. A los americanos no les gustaba, entre otras cosas, costumbres mormonas como la poligamia, que aún es legal en este estado. Como es ilegal, por otra parte, el consumo de alcohol por la calle, o que los bares estén abiertos más tarde de las seis. Los mormones son en este punto herederos avanzados del puritanismo moral, tan arraigado en este país.
Era mi intención haber sacado unas fotos de las "recomendaciones" que se hacen en el aeropuerto de SLC sobre el modo de comportarse en la ciudad y el respeto a sus peculiaridades y costumbres. Lamentablemente no me dio tiempo a hacerlo, ya que el vuelo salió muy retrasado de Reno, y apenas pude cruzarme el aeropuerto a la carrera para ser el único en embarcar en el vuelo a París. "Are you Oscar?" salió a preguntarme una azafata al verme correr hacia la puerta D6; se ve que ya me tenían localizado. De todos modos, ¡vaya diferencia con otros aeropuertos! Sin ir más lejos, con el de Hong Kong, donde en un trámite parecido (una conexión de menos de quince minutos) habían puesto una persona para ayudarme en el traslado. Todavía recuerdo a la china que me llevó a toda pastilla por vericuetos internos del aeropuerto hong-kongense hasta depositarme en el vuelo a Munich, aquella ocasión en que salimos de Manila en medio de un tifón. En SLC no había tifón, y tampoco ayuda alguna para llegar. Pero lo hice, eso sí, a costa de un ataque de tos en la primera media hora en el avión, producto de la sequedad del ambiente, y de mi nula costumbre de hacer deporte de alta competición (los 900 metros obstáculos con portaje de maleta).
El vuelo fue animado, ya que medio pasaje estaba compuesto, como no podía ser menos teniendo en cuenta de dónde salíamos, de jóvenes mormones en viaje de misión. Ya sabéis, puros americanos vestidos de traje con el consabido "Elder" en la tarjetita al pecho en el que aparece su nombre.
Hay que reconocer que en el fondo son muy simpáticos. Hicieron algunos rezos, o cosa similar, en el momento del despegue, y luego se repartieron por el avión a repartir sonrisas y departir con el resto del pasaje. En la foto de arriba los vemos (a la izquierda de la imagen) hablando con una pareja que llevaba a dos niños, uno de ellos un bebé. Estábamos ya cruzando Ontario, en Canadá, rumbo a la bahía de Hudson (el mapa así lo señalaba). Curiosidad: es la primera vez que he conocido a un mormón... chino. Es precisamente el de la foto, con gafas. Acostumbrado como estaba a la imagen de los mormones como rubios y altos anglosajones, ha sido un poco un shock. Elder Xian era su nombre. Simpático como él solo. Nos deseó un buen viaje. Sus superiores lo mandaban a Francia por dos años. Y luego nos quejábamos del servicio militar.
Hay que reconocer que la cháchara de los mormones ayudó a aliviar la monotonía propia del vuelo, ya que la oferta cinematográfica no era para tirar cohetes (lo mejor que echaban era Karate Kid, la nueva versión de Jackie Chan, en tres idiomas: inglés, francés y mandarín...) Mejor fue el vuelo de París a Bilbao, donde me tocó hacer de guía turístico a tres finlandeses que venían de vacaciones a Euskadi. Tuve que sacarles de algún error (no encontrarían ningún tablao en Donostia, les advertí) y les sugerí algunos sitios para ir. Curiosamente no parecían saber nada de la existencia del Guggenheim.
Camino de Euskadi. Al fondo, los Pirineos |
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