Efectivamente, una vez salido del Meteor Crater, y como me sobraba el tiempo, seguí por la I-40 hasta el pueblo de Holbrook, Arizona, la puerta hacia mi segundo destino, el Petrified Forest National Park.
El primer paso fue acercarme al centro de visitantes que se halla en el museo y cámara de comercio de la ciudad, uno de los pocos edificios de dos plantas de todo Holbrook. Allí me encontré con mis primeros ejemplares de troncos convertidos en piedra... Porque realmente de esto se trata el bosque petrificado: es una inmensa extensión, de más de doce millas cuadradas, en el que como señalaban las crónicas de los primeros exploradores, se encontraban miles y miles de rocas que recordaban los troncos partidos de árboles. Luego llegaron los científicos, que certificaron que se trataba de los restos de un bosque de coníferas del Carbonífero, que por aquellos avatares de la tectónica de placas, no quedaron sepultados bajo kilómetros de rocas y convertidos en carbón o petróleo, sino que fueron convertidos limpiamente en piedra, manteniendo fielmente la apariencia de cuando eran seres vivos.
Todo Holbrook se halla repleto de árboles petrificados usados como decoración: casas, tiendas, bancos, plazas...
Una sorpresa inesperada, cuando me dirigía a la entrada del parque -apenas a dieciocho millas de Holbrook-, es que esta ciudad es uno de las etapas de la histórica ruta 66. Esta ruta era una carretera interestatal que enlazaba Chicago, en el noroeste húmedo del país, con Los Ángeles, en la soleada California, cruzando medio país.
Era la ruta que en los años 60 siguieron los soñadores que abandonaban los centros tradicionales de la industria americana para buscar las oportunidades de California, entre ellos todos aquellos que soñaban con el mundo de la música. Sin olvidar a las primeras "tribus juveniles", comenzando por los hippies. Road movies como Easy Rider introdujeron con remaches la leyenda de la ruta 66 como la Main Street de América (la Gran Vía de los Estados Unidos).
¿Por qué es famoso Holbrook en la ruta 66? Lo que voy a decir les parecerá a algunos una tontería, pero Estados Unidos sigue siendo otro mundo, muy diferente. Resulta que en Holbrook se encuentra el único cruce con giro de 90 grados que tenía la ruta 66 en todos sus miles de millas de recorrido. Helo aquí:
La ruta seguía por la derecha, pero en en cruce tomé la carretera del frente... Me esperaban los troncos de piedra.
Saludos desde Columbus, Georgia, donde voy a experimentar por segunda vez la vida en los Estados Unidos. Inicié ese blog por mi estancia como Visiting Scholar en la Universidad de Nevada. De aquel año quedan aquí algunas experiencias, las más de ellas divertidas. Ahora toca contar los sucedidos en el otro extremo de este extenso país, como Visiting Scholar in Latin American Studies en la Columbus State University. Welcome to the South!
Un año en Reno
En este diario iremos compartiendo algunas de las experiencias -espero que la mayoría de ellas agradables- durante los diez meses de estancia, día más día menos, como William A. Douglass Distinguished Scholar en el Center for Basque Studies de la Universidad de Nevada, Reno.
lunes, 31 de enero de 2011
domingo, 30 de enero de 2011
Crater Lake
No solo del Gran Cañón vive Arizona... Dicen que uno de cada cuatro puestos de trabajo en el estado está relacionado con el turismo; y lo cierto es que son muchos los americanos que eligen este sitio para sus vacaciones, sobre todo por su clima cálido y seco prácticamente a lo largo de todo el año (menos en el norte, precisamente, donde por la altura son abundantes las nevadas en invierno... dicen que es muy divertido ver a los turistas llegando en shorts al Gran Cañón pensando que como están en Arizona todo va a ser calor, y se encuentran con tres pies de nieve...).
Aprovechando mi estancia en Williams, decidí que sería interesante conocer algunos otros lugares de la región, que llevaba tiempo queriendo visitar. Eran muchos y las distancias, como bien sabéis, tienen otras reglas aquí en los Estados Unidos. Así que tuve que hacer renuncias. Por ejemplo, no pude ver el observatorio Lovell en la Universidad de Northern Arizona, en Flagstaff, donde se descubrió el planeta Neptuno, que sirvió de escenario para uno de los capítulos de la serie "Cosmos" de Carl Sagan, y que hoy en día es el centro de la red mundial de alerta de asteroides, esa que tiene como objeto evitar que nos vuelva a caer del cielo un pedrusco de las dimensiones del que acabó con los dinosaurios allá por el Jurásico.
Tampoco pude visitar el Monument Valley, ya en la frontera con Utah, escenario de míticas películas del oeste. Me tuve que contentar con vislumbrarlo en la lejanía, a más de cien millas de distancia, mientras me dirigía por la I-40 East hasta mi primer destino del día: el Meteor Crater.
Evidentemente, esta foto no la he sacado yo, pero la pongo por si acaso alguien no tiene el conocimiento suficiente del inglés como para saber qué sigfinica el nombre de ese sitio. Efectivamente, es un inmenso agujero abierto en mitad de la planicie que constituye la reserva de los indios navajo, y que rompe la monotonía de un paisaje totalmente llano y amarillo.
El Meteor Crater, como indica su nombre, fue creado hace varios millones de años por un meteorito que cayó en esta zona, provocando un agujero que tiene una milla de diámetro, y unos cuatrocientos metros de profundidad. Para hacernos una idea, si os fijáis en la foto en la que estoy yo posando para la posteridad, veréis en el centro de la imagen dos puntitos oscuros... Pues bien, son dos casas que hicieron los primeros exploradores que intentaron localizar el meteorito excavando en el centro del cráter. Lo digo para que os hagáis una idea cabal de sus dimensiones.
Cierto es que no será tan espectacular como el cañón del Colorado, pero es igualmente atractivo. Nuevamente, las limitaciones técnicas de mi equipo fotográfico no hacen justicia a lo que se aprecia in situ, cosa que intentaré solventar poniendo dos pequeños videos del cañón y su entorno, sacados mientras hacíamos la visita guiada -no dejan hacerla en solitario- por el reborde del cráter.
He de confesar que el Meteor Crater era uno de esos lugares con los que había soñado en visitar durante mi infancia, gracias a una colección de libros que tenía en casa, donde mostraban paisajes y lugares "curiosos" de todo el mundo, entre los que se hallaba este cráter. Pero también hay una segunda razón: su vinculación con el mundo de la astronáutica. El Meteor Crater fue el lugar de entrenamiento de los astronautas del programa Apolo, durante la década de 1960, preparándose para el primer alunizaje. Los técnicos entendieron que el cráter era lo más parecido que podían encontrarse a la superficie de la Luna, que como todos sabemos está cosida de impactos similares de meteoritos. El museo y centro de visitantes del Meteor Crater, de hecho, recoge bastantes memorabilia de la aventura lunar, comenzando por una cápsula del programa Apolo: la única que nunca fue al espacio, sino que sirvió para entrenar a los astronautas. ¿Ha visto alguien la película "Apolo 13"?... pues bien, esta cápsula es en la que el personaje protagonizado por Gary Sinise se pasó metido horas y horas hasta dar con la solución para traer a los astronautas sanos y salvos a casa.
Más la visita no se quedó aquí. Como aún era temprano y tenía tiempo, la siguiente etapa de mi visita fue...
Aprovechando mi estancia en Williams, decidí que sería interesante conocer algunos otros lugares de la región, que llevaba tiempo queriendo visitar. Eran muchos y las distancias, como bien sabéis, tienen otras reglas aquí en los Estados Unidos. Así que tuve que hacer renuncias. Por ejemplo, no pude ver el observatorio Lovell en la Universidad de Northern Arizona, en Flagstaff, donde se descubrió el planeta Neptuno, que sirvió de escenario para uno de los capítulos de la serie "Cosmos" de Carl Sagan, y que hoy en día es el centro de la red mundial de alerta de asteroides, esa que tiene como objeto evitar que nos vuelva a caer del cielo un pedrusco de las dimensiones del que acabó con los dinosaurios allá por el Jurásico.
Tampoco pude visitar el Monument Valley, ya en la frontera con Utah, escenario de míticas películas del oeste. Me tuve que contentar con vislumbrarlo en la lejanía, a más de cien millas de distancia, mientras me dirigía por la I-40 East hasta mi primer destino del día: el Meteor Crater.
Evidentemente, esta foto no la he sacado yo, pero la pongo por si acaso alguien no tiene el conocimiento suficiente del inglés como para saber qué sigfinica el nombre de ese sitio. Efectivamente, es un inmenso agujero abierto en mitad de la planicie que constituye la reserva de los indios navajo, y que rompe la monotonía de un paisaje totalmente llano y amarillo.
El Meteor Crater, como indica su nombre, fue creado hace varios millones de años por un meteorito que cayó en esta zona, provocando un agujero que tiene una milla de diámetro, y unos cuatrocientos metros de profundidad. Para hacernos una idea, si os fijáis en la foto en la que estoy yo posando para la posteridad, veréis en el centro de la imagen dos puntitos oscuros... Pues bien, son dos casas que hicieron los primeros exploradores que intentaron localizar el meteorito excavando en el centro del cráter. Lo digo para que os hagáis una idea cabal de sus dimensiones.
Cierto es que no será tan espectacular como el cañón del Colorado, pero es igualmente atractivo. Nuevamente, las limitaciones técnicas de mi equipo fotográfico no hacen justicia a lo que se aprecia in situ, cosa que intentaré solventar poniendo dos pequeños videos del cañón y su entorno, sacados mientras hacíamos la visita guiada -no dejan hacerla en solitario- por el reborde del cráter.
He de confesar que el Meteor Crater era uno de esos lugares con los que había soñado en visitar durante mi infancia, gracias a una colección de libros que tenía en casa, donde mostraban paisajes y lugares "curiosos" de todo el mundo, entre los que se hallaba este cráter. Pero también hay una segunda razón: su vinculación con el mundo de la astronáutica. El Meteor Crater fue el lugar de entrenamiento de los astronautas del programa Apolo, durante la década de 1960, preparándose para el primer alunizaje. Los técnicos entendieron que el cráter era lo más parecido que podían encontrarse a la superficie de la Luna, que como todos sabemos está cosida de impactos similares de meteoritos. El museo y centro de visitantes del Meteor Crater, de hecho, recoge bastantes memorabilia de la aventura lunar, comenzando por una cápsula del programa Apolo: la única que nunca fue al espacio, sino que sirvió para entrenar a los astronautas. ¿Ha visto alguien la película "Apolo 13"?... pues bien, esta cápsula es en la que el personaje protagonizado por Gary Sinise se pasó metido horas y horas hasta dar con la solución para traer a los astronautas sanos y salvos a casa.
Más la visita no se quedó aquí. Como aún era temprano y tenía tiempo, la siguiente etapa de mi visita fue...
sábado, 29 de enero de 2011
Grand Canyon
Alguno se habrá preguntado qué era la última foto de la entrada anterior, la que contaba mi llegada a Williams. ¿Quién es el vaquero con el que aparezco retratado?
El tren de Williams al Cañón del Colorado sale puntualmente a las 9 y media todos los días. Por cierto que casi lo pierdo porque se me olvidó que al cruzar la frontera de Arizona cambiaba de huso horario... Casi sin desayunar llegué a la estación, apenas a cinco minutos del hotel, y allí nos encontramos con la primera sorpresa. El trayecto hasta el destino, que son apenas 65 millas, lleva casi dos horas. Nada que ver con el AVE o similares, es más lento incluso que el metro de Bilbao... Circulamos en trenes "históricos", con calderas de vapor y vagones rescatados de viejas líneas en desuso, convenientemente restaurados. Así que la empresa que gestiona el invento tiene que ofrecer espectáculos American-style para que los viajeros no se aburran de ver el paisaje, dos horas de ida y dos de vuelta.
El show comienza con una actuación típica de Western. Tres cuatreros, que quieren timar a un "voluntario" del público haciendo trampas al poker, y que finalmente son ahuyentados a tiros por un sheriff.
Todo ello en un auditorio situado al lado mismo de las vías, hasta que el jefe de estación pronuncia el típico "pasajeros al tren" y todos subimos.
A lo largo del viaje tuvimos una explicación turística sobre el cañón, datos útiles para los visitantes (¿recuerdan lo de "no den de comer a los osos" de las películas de Yogui y Booboo...? pues es cierto, 5.000 dólares cuesta la broma), y actuaciones musicales como la que ahora os presento (la calidad del sonido no es buena, lo siento).
Aquí en América todo es a lo grande. Y lo del cañón cumple los estándares americanos. El parque nacional tiene, de punta a punta, 367 millas de extensión. Es decir, casi seiscientos kilómetros de cañón. En su punto más ancho hay dieciocho millas desde el North Rim al South Rim; y la altura desde el mirador en el que se ponen los turistas hasta el fondo, donde está el río Colorado, es de una milla... 1.600 metros. Hay más altura que desde el Gorbea al mar... Y se hace toda de un tirón, en caída casi vertical.
Hay algunos arriesgados a los que esto del vértigo no les asusta....
Lamentablemente, la cámara que llevo tiene unas prestaciones muy justitas, y no permite abarcar la inmensidad de los paisajes que se observan desde los miradores, situados todos ellos al borde mismo del precipicio, y alguno de ellos sobre la misma caída (el más famoso es el Walk on Sky, que permite cruzar por un puente cuyo suelo es de vidrio, con el vértigo que supone ver toda la caída bajo los pies, pero lamentablemente este sitio estaba solo a 200 kilómetros desde el punto donde yo me encontraba, así que otra vez será).
Saqué, en todo caso, una película para que con el movimiento se pueda apreciar, espero que bien, las dimensiones del cañón.
Dadas las dimensiones del lugar, lo mejor era apuntarse a una de las excursiones en autobús que te llevan a diversos puntos, todos ellos distantes, del cañón, para apreciar las vistas desde diferentes perspectivas. Nuestro guía se llamaba Oscar, qué casualidad, y era un indio hopi, orgulloso de ser "de Arizona de tercera generación". No es muy habitual aquí que los hijos nazcan en el mismo estado que los padres, y mucho menos que los abuelos. Eso sí, se notaba que le gustaba su oficio y sus explicaciones fueron instructivas y divertidas. Tanto que tuvimos todo el tiempo la compañía de un atento cuervo que no quitaba ojo a lo que hacía y decía nuestro guía.
El regreso tuvo también su sorpresa. A mitad de camino fuimos detenidos por unos cuatreros enmascarados, que habían cruzado unos troncos sobre la vía. Entraron con sus revólveres y sus capuchas, en busca de dólares y joyas. Por suerte pronto llegó el sheriff, que logró detenerlos y nos permitió llegar sanos y salvos a Williams.
Ya era de noche y hacía frío, así que nada mejor que acabar el día con un baño en la piscina del hotel...
El tren de Williams al Cañón del Colorado sale puntualmente a las 9 y media todos los días. Por cierto que casi lo pierdo porque se me olvidó que al cruzar la frontera de Arizona cambiaba de huso horario... Casi sin desayunar llegué a la estación, apenas a cinco minutos del hotel, y allí nos encontramos con la primera sorpresa. El trayecto hasta el destino, que son apenas 65 millas, lleva casi dos horas. Nada que ver con el AVE o similares, es más lento incluso que el metro de Bilbao... Circulamos en trenes "históricos", con calderas de vapor y vagones rescatados de viejas líneas en desuso, convenientemente restaurados. Así que la empresa que gestiona el invento tiene que ofrecer espectáculos American-style para que los viajeros no se aburran de ver el paisaje, dos horas de ida y dos de vuelta.
El show comienza con una actuación típica de Western. Tres cuatreros, que quieren timar a un "voluntario" del público haciendo trampas al poker, y que finalmente son ahuyentados a tiros por un sheriff.
Todo ello en un auditorio situado al lado mismo de las vías, hasta que el jefe de estación pronuncia el típico "pasajeros al tren" y todos subimos.
A lo largo del viaje tuvimos una explicación turística sobre el cañón, datos útiles para los visitantes (¿recuerdan lo de "no den de comer a los osos" de las películas de Yogui y Booboo...? pues es cierto, 5.000 dólares cuesta la broma), y actuaciones musicales como la que ahora os presento (la calidad del sonido no es buena, lo siento).
Aquí en América todo es a lo grande. Y lo del cañón cumple los estándares americanos. El parque nacional tiene, de punta a punta, 367 millas de extensión. Es decir, casi seiscientos kilómetros de cañón. En su punto más ancho hay dieciocho millas desde el North Rim al South Rim; y la altura desde el mirador en el que se ponen los turistas hasta el fondo, donde está el río Colorado, es de una milla... 1.600 metros. Hay más altura que desde el Gorbea al mar... Y se hace toda de un tirón, en caída casi vertical.
Hay algunos arriesgados a los que esto del vértigo no les asusta....
Lamentablemente, la cámara que llevo tiene unas prestaciones muy justitas, y no permite abarcar la inmensidad de los paisajes que se observan desde los miradores, situados todos ellos al borde mismo del precipicio, y alguno de ellos sobre la misma caída (el más famoso es el Walk on Sky, que permite cruzar por un puente cuyo suelo es de vidrio, con el vértigo que supone ver toda la caída bajo los pies, pero lamentablemente este sitio estaba solo a 200 kilómetros desde el punto donde yo me encontraba, así que otra vez será).
Saqué, en todo caso, una película para que con el movimiento se pueda apreciar, espero que bien, las dimensiones del cañón.
Dadas las dimensiones del lugar, lo mejor era apuntarse a una de las excursiones en autobús que te llevan a diversos puntos, todos ellos distantes, del cañón, para apreciar las vistas desde diferentes perspectivas. Nuestro guía se llamaba Oscar, qué casualidad, y era un indio hopi, orgulloso de ser "de Arizona de tercera generación". No es muy habitual aquí que los hijos nazcan en el mismo estado que los padres, y mucho menos que los abuelos. Eso sí, se notaba que le gustaba su oficio y sus explicaciones fueron instructivas y divertidas. Tanto que tuvimos todo el tiempo la compañía de un atento cuervo que no quitaba ojo a lo que hacía y decía nuestro guía.
El regreso tuvo también su sorpresa. A mitad de camino fuimos detenidos por unos cuatreros enmascarados, que habían cruzado unos troncos sobre la vía. Entraron con sus revólveres y sus capuchas, en busca de dólares y joyas. Por suerte pronto llegó el sheriff, que logró detenerlos y nos permitió llegar sanos y salvos a Williams.
Ya era de noche y hacía frío, así que nada mejor que acabar el día con un baño en la piscina del hotel...
viernes, 28 de enero de 2011
Williams, camino del Cañón del Colorado
Finalizada mi estancia en Los Ángeles, tocaba el regreso a Reno. Solo que esta vez opté por dar un rodeo por el interior, cruzando tierras de California, Arizona y Nevada, para aprovechar la oportunidad y hacer, de paso, un poco de turismo. Sería una ruta de aproximadamente novecientas millas, pero que merecía la pena.
La primera parada de mi periplo es Williams, Arizona. Posiblemente a nadie le suene este pueblo, pero es un lugar de mucho renombre turístico en los Estados Unidos. Durante cerca de medio siglo fue la puerta de entrada al Grand Canyon, esa maravilla de la naturaleza esculpida por el río Colorado en los últimos seis millones de años.
Para llegar a Williams desde Los Ángeles hay que seguir una ruta que recuerda mucho a lo que conozco de Nevada. Es decir el desierto. Tras abandonar el valle de San Bernardino, última zona del oasis mediterráneo en el que se asienta Los Ángeles, comienza una ascensión que nos lleva desde el nivel del mar hasta los 7.000 pies de altitud (unos 2.300 metros más o menos, que es la altura a la que se halla Williams). Y con el cambio de altura, cambian los paisajes.
La mitad del trayecto es desierto: el Desierto de Mojave. Nada seguido de nada. Zona conocida por sus actividades militares (tiene la segunda base más extensa de los EE.UU. sólo superada por la de Nellis en Nevada). Aquí fue donde se entrenaron los marines que mandaron a las dos guerras del Golfo. En la autopista sólo hay gasolineras cada cien kilómetros, y algunas areas de descanso con servicios y agua, y mesas de picnic. Los carteles recomiendan encarecidamente no sentarse en el suelo para comer, por el peligro de los escorpiones. Por lo que se ve, deben ser como conejos de grandes en esa zona. Por si acaso, yo no me demoré más que en hacer mis necesidades y dejé el paseo para cuando llegara a una zona más civilizada, apenas 150 millas más adelante. Eso sí, nos sin antes hacer la foto de rigor en la calle que ocupa el último lugar alfabético en el elenco mundial de calles. Quien sepa cómo pronunciarlo, que lo intente.
(Efectivamente, es sidasidagüisidaex road)
Cruzado el desierto, el paisaje se va volviendo verde por momentos en cuanto entramos a Arizona. A alguien puede parecerle esto una contradicción (son muchos los que piensan que el nombre de Arizona, puesto por los conquistadores españoles, viene de "árida zona"), pero la verdad es que en cuanto cruzamos el río Colorado, comenzaron a verse arbustos, luego árboles y finalmente, incluso la nieve...
Williams es un centro ferroviario donde nace un ramal del Union Pacific que lleva al mirador del Grand Canyon. Inicialmente fue un tren minero, pero el avispado empresario que lo construyó pronto vio que los turistas daban más dinero que el cobre, así que lo reconvirtió. Mañana hablaré más del viaje en el tren y de las fabulosas vistas del cañón.
La primera parada de mi periplo es Williams, Arizona. Posiblemente a nadie le suene este pueblo, pero es un lugar de mucho renombre turístico en los Estados Unidos. Durante cerca de medio siglo fue la puerta de entrada al Grand Canyon, esa maravilla de la naturaleza esculpida por el río Colorado en los últimos seis millones de años.
Para llegar a Williams desde Los Ángeles hay que seguir una ruta que recuerda mucho a lo que conozco de Nevada. Es decir el desierto. Tras abandonar el valle de San Bernardino, última zona del oasis mediterráneo en el que se asienta Los Ángeles, comienza una ascensión que nos lleva desde el nivel del mar hasta los 7.000 pies de altitud (unos 2.300 metros más o menos, que es la altura a la que se halla Williams). Y con el cambio de altura, cambian los paisajes.
La mitad del trayecto es desierto: el Desierto de Mojave. Nada seguido de nada. Zona conocida por sus actividades militares (tiene la segunda base más extensa de los EE.UU. sólo superada por la de Nellis en Nevada). Aquí fue donde se entrenaron los marines que mandaron a las dos guerras del Golfo. En la autopista sólo hay gasolineras cada cien kilómetros, y algunas areas de descanso con servicios y agua, y mesas de picnic. Los carteles recomiendan encarecidamente no sentarse en el suelo para comer, por el peligro de los escorpiones. Por lo que se ve, deben ser como conejos de grandes en esa zona. Por si acaso, yo no me demoré más que en hacer mis necesidades y dejé el paseo para cuando llegara a una zona más civilizada, apenas 150 millas más adelante. Eso sí, nos sin antes hacer la foto de rigor en la calle que ocupa el último lugar alfabético en el elenco mundial de calles. Quien sepa cómo pronunciarlo, que lo intente.
(Efectivamente, es sidasidagüisidaex road)
Cruzado el desierto, el paisaje se va volviendo verde por momentos en cuanto entramos a Arizona. A alguien puede parecerle esto una contradicción (son muchos los que piensan que el nombre de Arizona, puesto por los conquistadores españoles, viene de "árida zona"), pero la verdad es que en cuanto cruzamos el río Colorado, comenzaron a verse arbustos, luego árboles y finalmente, incluso la nieve...
Williams es un centro ferroviario donde nace un ramal del Union Pacific que lleva al mirador del Grand Canyon. Inicialmente fue un tren minero, pero el avispado empresario que lo construyó pronto vio que los turistas daban más dinero que el cobre, así que lo reconvirtió. Mañana hablaré más del viaje en el tren y de las fabulosas vistas del cañón.
jueves, 27 de enero de 2011
Murrieta
(Nota: aunque ya estoy de vuelta en Reno, en los días siguientes os seguiré poniendo cosas de mi viaje a Los Ángeles y regreso, porque tuvo mucho jugo).
Aprovechando mi estancia en Los Angeles, me tomé un día para acercarme a la localidad de Murrieta, en Temecula Valley. En los planos de la ciudad aparece como si fuera un barrio de los más alejados, hacia el sur. Que nadie se fíe de esos planos: la ciudad de Los Ángeles tiene, de punta a punta, 60 millas (este-oeste) y 54 (norte-sur). Por hacer una comparación: si Redondo Beach (la zona costera de Los Ángeles) fuera Bilbao, el final de la ciudad (San Bernardino) estaría situado más o menos en Logroño. Eso sí, al estilo americano, con cass bajas, calles cortadas a tiralíneas, autopistas que lo vertebran todo, y de vez en cuando, malls con las tiendas, restaurantes y cafeterías de las franquicias repetidas en todos lados.
Así que me fui a Murrieta, medio engañado por un plano engañoso, y tardé casi dos horas, entre distancia y atascos, ya que Los Angeles es la ciudad de tráfico más congestionado del mundo (doy fe de ello).
¿Por qué Murrieta? Mi objetivo era buscar documentación sobre la fundación de dicha ciudad, creada en el rancho que pertenecía a los hermanos Ezequiel y Juan Murrieta, de Santurce. Cuando vendieron los lotes para hacer el pueblo y la estación de tren, pusieron como condición que llevara su apellido, a pesar de que por entonces Murrieta era un nombre de mala fama, asociado al famoso bandolero mexicano Joaquín Murrieta que asoló el sur de California al poco tiempo de su anexión a los Estados Unidos. Documentación y bibliografía las localicé en la biblioteca municipal, de nueva factura, gracias a la ayuda de su directora, Loretta McKinney y su equipo.
miércoles, 26 de enero de 2011
Preparing for the Super Bowl
Dentro de dos fines de semana, el 6 de diciembre, tendremos el mayor evento deportivo estadounidense del año. Es la única ocasión en que todo se para, incluido del comercio, para ver por televisión el partido de la gran final de la NFL, National Football League, la más importante de las ligas de fútbol americano.
Digo la más importante porque en este país, si algo sobra son ligas y "bowls" (finales). Las hay de todo tipo y pelaje: ligas locales, estatales, universitarias, regionales... Como nos comentaba un colega de la UNR, lo difícil es encontrar un equipo que no tenga en sus haberes una bowl ganada.
La diferencia la marca la mayor de todas, la que concentra a los mejores equipos, con presupuestos millonarios, donde sólo llegan los jugadores mejor pagados, que los ojeadores han buscado pacientemente en las ligas inferiores. Y son estos equipos, mejor dicho los dos que han llegado a la final, los que competirán por hacerse con el trofeo de los trofeos.
En esta ocasión será la edición número 45, entre los Pittsburgh Steelers (campeón de la American Football Conference) y los Green Bay Packers (campeón de la National Football Conference). Se jugará en Arlington, Texas.
Aquí en el CBS, quitando los locales, por lo general el conocimiento sobre las reglas del fútbol americano varía entre el 0 y el -1. Nada o menos que nada. Con una excepción: Iker parece que sabe algo de este -mejor dicho, sabe mucho- así que cuando estamos viendo un partido con él no hacemos más que molestarle con preguntas sobré qué está pasando, porque realmente si no conoces las reglas y sobre todo las tácticas del juego, el fútbol americano es totalmente incomprensible para el profano.
Así que ayer nos ha enviado este correo colectivo a los del centro para darnos una clase magistral sobre el fútbol. Y sobre todo para que no le andemos molestando más de lo debido.
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Igandean SuperBowl famatua denak ulertzeko ( eta bide batez nei bakean ikusten uzteko ) okurritu zait basikoak diren zenbait arau komentatzea:
Futbol Amerikanoa batez ere joko territorial bat da. Kanpoak 100 yarda ditu bi zatitan banatzen direnak. Kanpoan ikusten den rayita bakoitza yarda bat da.Ekipoak oso handiak dia, bertan 3 talde batzen direlarik. Alde batetik defentsan espezializatuak direnak, bestetik atakean daudenak (bertan joatzen du Quarter Back, edo ekipoko liderra) eta azkenen Special Teams, zeintzuk partiduko momentu puntualetan ateratzen diren eta beren egitekoa jugada bakar batean ahalik eta yarda gehien irabaztea den.Ekipoak ere entrenatzaile ugariez daude osatuak eta hauen gainetik entrenadore nagusi bat dago.
Jokoak dioenaKKK baloia beste aldeko "end zone"-era eraman behar dela da. End Zone 101garren yarda izango litzake. Baloia eskuetan end zonera eraman ez gero TOUCH DOWN deitzen zaio (http://www.youtube.com/watch?v=Cjxt9w0aau0.)
Touch down bakoitzak 6 puntu balio du. Ondoren puntu extra bat ematen da, baloia ankez makilen artean pasatzen bada.
Azkenengo 10 yardak, Red Zone deitzen zaie, touch downetik oso gertu daudelako.
Jokoa baloiari ostiko bat emanaz hasten da (ziurrenik horregatik deitzen zaio football, nahiz eta gero ia dena eskuz pasatzen diren baloia). Portzierto baloiari ere "football" deitzen zaio. Honi "initial kickoff" deitzen zaio eta bertan dauden bi taldeak, special teamsekoak dia.
Behin jugada hori bukatzeakoan joko guztian gehien jolasten den moduan jolastzen hasten dia. 2 klabe daude ongi ulertzeko joko hau: bat territorialidadea (yardaz yarda konkistatu behar da kanpo osoa) eta bestetik posesioa (baloiaren posesioa berreskuratu behar da lehen bait lehen edo besteari posesioa galarazi nola edo ala).
Joko "normalean" zehar 4 aukera daude 10 yarda aurreratzeko. Pantailan askotan ikusten dira 1st and 10, edo 3rth and 4...etab. Honek esan nahi du lehenengo aukeran daudela eta 10 yarda dituztela "down" hori konpletatzeko, 3garrenean eta 4 faltan etab. Saio edo jugada bakoitzari "down" deitzen zaio ( ez, ez da atzeratu xamarra delako, nahiz eta auketako animali askok ematen duten tararen bat badutela).
Normalean 4garren intentora 2 yarda baino gehiago badituzte konpletatzeko ez dira arriesgatzen eta baloia ahalik eta urrutien botatzen dute, kontrarioak ahalik eta yarda gehien izan ditzan zeharkatzeko end zone-era iristeko. 4garrean eta yarda dituztelarik konpletatzeko, baloiak ahalik eta gehien urruntzeko "punt" jugada erabiltzen dute. Punt jugadan, baloia atzera pasatzen da eta pateadore batek hankez ostiko bat ematen dio baloia urrun bidaltzeko. Puntean ere special teams agertzen dia.
10 yarda hauek konpletatzeko basikoki 2 jugada mota erabiltzen dira. Quarter Backek baloia luzean pasa dezake Wide Receiver (jasotzaile (ongi dau esanda??)) bati edo bestela eskura emango dio running back bati. Lehenengoari "passing game" deitzen zaio eta bigarrenari "rushing game".
Bitxikeri Batzuk:
Sack: QuarterBack-ari plakatzen diotenean berak baloia askatu baino lehen. Honek normalean defentsaren lan onaren ondorioz da eta asko oldartzen dira hau lortzerakoan.
http://www.youtube.com/watch?v=u_p-UNbQsCE
Fumblel: Baloiaren kontrola galtzen denean, eskuetatik ihes egiten dietenean, momentu horretan baloiak ez du jaberik eta hartzen duenak berreskuratzen du posesioa.
http://www.youtube.com/watch?v=4ogI_K-JmCc
Safety: Jugada hau ez da askotan ematen, baino 2 puntu balio ditu. Jugada zure end zone propioan bukatzen baduzu, hau da, kanpoaren lehenengo yardara iritxi gabe bertan blokeatzen bazaituzte, safety da eta 2 puntu galtzen dira.
http://www.youtube.com/watch?v=QkQDF6pghQU
Pass Interfirence: Passing game-an receiveri ezin zaio ikutu berak baloia ikutu arte. Suposatzen da ordurarte ez dagoela baloiaren jokoan eta ezta ere ezin zaio eutsi, beraz baloia rezepzionatzen utzi behar zaio. Eutsi edo molestatu ez gero "pass interfierence" pitatzen da, yarda batzuen galerarekin. Hori bai, baloia ikutu eta andik segundu erdira dena dago baimendua, beraz lehenengo gauza egiten dutena receiverrak dira golpe latz baterako prestatu beraien burua, 100 kiloko tren pare bat gainetik pasatzeko intentzio guztiekin izaten bait dituzte.
http://www.youtube.com/watch?v=gBq6Ik9j_uY
Nik uste honekin ideia bat egiteko balioko dizutela eta SuperBowlaz gozatzeko ere...bestela badakizue...Another beer pleazzzeeeee (erori arte...)!
Bestela honi begirada bat eman:
http://en.wikipedia.org/wiki/American_football_rules#Positions
PD. Partidua 3tan hasten da...ideia ona izan daiteke berandu gosaldu, pancakes batzuk, american standard moduan eta ondoren partidua ikustera joan, agian denborarekin joatea obe ze ez bait dakit lekuaren arazoa nola izango den emen eta garitoak oso beteta egongo diren ala ez.
martes, 25 de enero de 2011
UCLA
¿Alguien podría decir en qué país está tomada esta fotografía? No, no es Italia ni Francia, a pesar del arbolado mediterráneo y la torre de iglesia vagamente románica que aparece al fondo. Está tomade en medio de la ciudad de Los Ángeles, en un oasis junto a la montaña llamado... la universidad. Es el campus de la reconocida y famosa UCLA.
La universidad impresiona por varios motivos. Primero: para llegar hay que cruzar el único barrio de Los Ángeles, que yo conozca, en el que no existen las aceras: Beverly Hills, la residencia preferida de las estrellas. ¿Para qué aceras, si todo se hace en coche? Curiosamente, lo circula de parte a parte un autobús urbano, el 302, que por lo que pude deducir es el que lleva al servicio doméstico, así como a aquellos alumnos de la UCLA que, o bien no tienen mucho dinero, o no tienen carnet de conducir. Que no son muchos, la verdad.
Cuando se dice que los campus universitarios americanos son ciudades en sí mismas, ciudades dentro de las ciudades, no se exagera. La UCLA tiene una extensión aproximada, por lo que pude comprobar tras cruzarla a pie de parte a parte, lo que me llevó cerca de 25 minutos, como los cascos urbanos de Portugalete y Santuce juntos. Pero, eso sí, con una arquitectura -y sobre todo un paisaje- totalmente diferente: edificios de todo tipo, universitarios, de servicios, bibliotecas y laboratorios, rodeados de paseos, parques y zonas boscosas. Y por las calles, en camisetas y shorts (28 grados centígrados a fines de enero...), miles de alumnos -y alumnas, que diría un conocido político vasco-.
De hecho, la "iglesia" que os mostré al principio, no era otra cosa que el edificio de la facultad de leyes, como podéis comprobar aquí. Un lugar de lujo, para estudiar o para otras cosas, porque -como en mis viejos tiempos de estudiante en Vitoria- había muchos alumnos tumbados al sol en las praderas, usando los libros y apuntes para el noble uso de almohada. Se calcula que la población fija de la UCLA -alumnos que viven en sus residencias- ronda las 15.000 personas. Con su correspondiente necesidad de servicios.
No sólo alumnos y profesores... UCLA tiene otros habitantes, quizá más graciosos. Aunque éste en concreto no quiso entablar mucha amistad conmigo.
Zu zara nagusia...
¡Menudo alegrón me llevé hace unas noches, mientras estaba en Los Angeles! Dedicado a recorrer el barrio en busca de un lugar triple-B para comer (ya saben, bueno, bonito y barato), me di de bruces con este cartel.
¿Será que los angelinos se han dado cuenta de cuál es el mejor equipo de fútbol, perdón de soccer, del mundo? Ese que Dios hizo perfecto y al resto lo llenó de extranjeros. Igual por esto se explica que la bandera de California sea rojiblanca (el oso y la estrella están ahí para dar color, pero la esencia es lo que vale). Habrá que aclarar el misterio. Para quien quiera resolverlo, aquí van los datos: esta peña del Athletic está en el cruce entre las calles Figueroa y Flower.
Igual ocurre que los rumores sobre el traspaso de Llorente son ciertos; pero en vez de irse al Real Madrid o al Barça, acaba fichando al Los Angeles Galaxy. A alternar con los Beckham.
¿Será que los angelinos se han dado cuenta de cuál es el mejor equipo de fútbol, perdón de soccer, del mundo? Ese que Dios hizo perfecto y al resto lo llenó de extranjeros. Igual por esto se explica que la bandera de California sea rojiblanca (el oso y la estrella están ahí para dar color, pero la esencia es lo que vale). Habrá que aclarar el misterio. Para quien quiera resolverlo, aquí van los datos: esta peña del Athletic está en el cruce entre las calles Figueroa y Flower.
Igual ocurre que los rumores sobre el traspaso de Llorente son ciertos; pero en vez de irse al Real Madrid o al Barça, acaba fichando al Los Angeles Galaxy. A alternar con los Beckham.
lunes, 24 de enero de 2011
Hollywood
Claro está. Uno no puede venir a Los Angeles y no visitar Hollywood. Aproveché una mañana que tenía medio libre: había apalabrado la consulta del archivo de guiones cinematográficos que conserva la University of California-Los Angeles (más conocida como UCLA), pero ocurría que por problemas de reacondicionamiento y obras en la biblioteca, no abrían hasta la una del mediodía, lo cual es por estos lares muy, pero que muy tarde. Y aprovechando que Hollywood queda como a medio camino de la UCLA desde mi hotel, me decidí a hacer una visita mañanera.
Para comenzar, me perdí -un poco intencionadamente- y acabé en los estudios Universal, que están a una parada de la central de Hollywood. Me aventuré un poco a curiosear, dado que era temprano y que los de los estudios ofrecen un shuttle gratuito desde el metro. Así que me uní a la fila de los turistas y tras unos cuatro minutos en bus llegamos a lo que parecía un inmenso parque de atracciones. Y lo era.
El visitante es depositado al extremo de lo que parece una inmensa calle, llena de todo tipo de tiendas, desde restaurantes y expendedores de refrescos hasta camisas, souvenirs, masajes por láser, e incluso -parece mentira- un cine IMAX donde se pueden ver los últimos estrenos -por supuesto, solo de la Universal-. Y al final nos recibe una imagen muy conocida, la bola del mundo que no para de dar vueltas (lástima que sea una foto, porque así no se aprecia el movimiento). Es la entrada a los estudios.
Tentado estuve, he de confesarlo, de dejarlo todo y entrar. Aunque visto el plano, era más bien un gran parque con norias, tiovivos, y demás cachivaches mecánicos que tanto gustan a los americanos, pero incluía también una visita al set donde se han rodado algunas películas. Se me acabó la tentación al ver el precio: 110 dólares por la entrada individual me parece, así de primeras, un tanto excesivo. Así que me fui al metro de vuelta sin hacer gasto.
Y desembarqué en Hollywood Blvd., esa calle mítica que tenemos relacionada con la estrellas del cine y los Oscar, mi ilustre homónimo calvo. Fue un poco desilusionante. Apenas dos manzanas concentraban todos los must-see (y los turistas), con un paisaje anodino apenas diferente a cualquier otra parte de esta ciudad y de otras de su estilo.
Sólo dos cosas mostraban de forma evidente dónde estabamos: en primer lugar, el Kodak Theatre, donde se celebra la ceremonia de los Oscar. Estaba allí mismo, era fácil reconocerlo por la multitud congregada a sus puertas: un tercio, turistas como yo; los otros dos, vendedores de quincallería, estatuas humanas con forma de actores, y los inefables comerciales de los sightseeing buses.
La segunda: el paseo de las estrellas, con las idem portando el nombre de algún actor conocido o similar. Digo lo de similar por si apreciáis el personaje con el que elegí dejar mi impronta en la típica foto de turista. Sí.... es Kermit, conocido entre nosotros como Gustavo la rana.
Son muchos los nombres que se registran en las aceras de este tramo de Hollywood Blv. Por lo general los más antiguos están muy deteriorados, y apenas tienen visitantes, a diferencia de otros más de actualidad que no mencionaré para no hacer propaganda. Hay algunas excepciones, como esta que os presento y a quien abrazo con mi silueta mientras hago la foto:
De hecho, la lado mismo del Kodak se encuentra otro lugar mítico, aquel en el que las estrellas dejaron su autógrafo en el cemento del suelo. Allí volví a encontrarme, no solo con el gran Groucho, sino con todos sus hermanos. Fecha: 1933, lo que para estos lares es casi como la prehistoria.
Y alguien se habrá preguntado... ¡falta un icono de Hollywood! ¿Dónde están las letras, aquellas que nacieron como propaganda de una empresa constructoria, llamada Hollywoodland, y que tras perder sus últimas cinco letras se ha convertido en santo y seña de la ciudad, que incluso otean los turistas cuando los aviones ascienden y descienden del aeropuerto angelino. Pues así, de primeras, no lo encontraba, hasta que me metí en un curioso centro comercial, adornado con imágenes ¡egipcias! (y, no, no era el Egyptian Theatre como creía al principio, aunque más sorprendente era ver las columnas de Hathor flanqueadas por ¡elefantes!
Y sí, allí al fondo, en lo poco de horizonte que dejan otear las escaleras, aparecía la leyenda mítica. Los turistas que veis en la foto, subidos en la pasarela del fondo, están haciendo lo propio de los turistas: posar con las letras al fondo. Yo no lo hice por diversas razones: iba solo y no podía hacerme la foto a mí mismo (mentira, siempre hay una mano amiga para ayudar), no tenía ganas de subir, y lo más importante, preferí sentarme en el Starbucks situado justo debajo de la pasarela, a degustar un cafe mientras usaba su wifi gratuito para llamar a casa...
Para comenzar, me perdí -un poco intencionadamente- y acabé en los estudios Universal, que están a una parada de la central de Hollywood. Me aventuré un poco a curiosear, dado que era temprano y que los de los estudios ofrecen un shuttle gratuito desde el metro. Así que me uní a la fila de los turistas y tras unos cuatro minutos en bus llegamos a lo que parecía un inmenso parque de atracciones. Y lo era.
El visitante es depositado al extremo de lo que parece una inmensa calle, llena de todo tipo de tiendas, desde restaurantes y expendedores de refrescos hasta camisas, souvenirs, masajes por láser, e incluso -parece mentira- un cine IMAX donde se pueden ver los últimos estrenos -por supuesto, solo de la Universal-. Y al final nos recibe una imagen muy conocida, la bola del mundo que no para de dar vueltas (lástima que sea una foto, porque así no se aprecia el movimiento). Es la entrada a los estudios.
Tentado estuve, he de confesarlo, de dejarlo todo y entrar. Aunque visto el plano, era más bien un gran parque con norias, tiovivos, y demás cachivaches mecánicos que tanto gustan a los americanos, pero incluía también una visita al set donde se han rodado algunas películas. Se me acabó la tentación al ver el precio: 110 dólares por la entrada individual me parece, así de primeras, un tanto excesivo. Así que me fui al metro de vuelta sin hacer gasto.
Y desembarqué en Hollywood Blvd., esa calle mítica que tenemos relacionada con la estrellas del cine y los Oscar, mi ilustre homónimo calvo. Fue un poco desilusionante. Apenas dos manzanas concentraban todos los must-see (y los turistas), con un paisaje anodino apenas diferente a cualquier otra parte de esta ciudad y de otras de su estilo.
Sólo dos cosas mostraban de forma evidente dónde estabamos: en primer lugar, el Kodak Theatre, donde se celebra la ceremonia de los Oscar. Estaba allí mismo, era fácil reconocerlo por la multitud congregada a sus puertas: un tercio, turistas como yo; los otros dos, vendedores de quincallería, estatuas humanas con forma de actores, y los inefables comerciales de los sightseeing buses.
La segunda: el paseo de las estrellas, con las idem portando el nombre de algún actor conocido o similar. Digo lo de similar por si apreciáis el personaje con el que elegí dejar mi impronta en la típica foto de turista. Sí.... es Kermit, conocido entre nosotros como Gustavo la rana.
Son muchos los nombres que se registran en las aceras de este tramo de Hollywood Blv. Por lo general los más antiguos están muy deteriorados, y apenas tienen visitantes, a diferencia de otros más de actualidad que no mencionaré para no hacer propaganda. Hay algunas excepciones, como esta que os presento y a quien abrazo con mi silueta mientras hago la foto:
De hecho, la lado mismo del Kodak se encuentra otro lugar mítico, aquel en el que las estrellas dejaron su autógrafo en el cemento del suelo. Allí volví a encontrarme, no solo con el gran Groucho, sino con todos sus hermanos. Fecha: 1933, lo que para estos lares es casi como la prehistoria.
Y alguien se habrá preguntado... ¡falta un icono de Hollywood! ¿Dónde están las letras, aquellas que nacieron como propaganda de una empresa constructoria, llamada Hollywoodland, y que tras perder sus últimas cinco letras se ha convertido en santo y seña de la ciudad, que incluso otean los turistas cuando los aviones ascienden y descienden del aeropuerto angelino. Pues así, de primeras, no lo encontraba, hasta que me metí en un curioso centro comercial, adornado con imágenes ¡egipcias! (y, no, no era el Egyptian Theatre como creía al principio, aunque más sorprendente era ver las columnas de Hathor flanqueadas por ¡elefantes!
Y sí, allí al fondo, en lo poco de horizonte que dejan otear las escaleras, aparecía la leyenda mítica. Los turistas que veis en la foto, subidos en la pasarela del fondo, están haciendo lo propio de los turistas: posar con las letras al fondo. Yo no lo hice por diversas razones: iba solo y no podía hacerme la foto a mí mismo (mentira, siempre hay una mano amiga para ayudar), no tenía ganas de subir, y lo más importante, preferí sentarme en el Starbucks situado justo debajo de la pasarela, a degustar un cafe mientras usaba su wifi gratuito para llamar a casa...
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