(Nota: aunque ya estoy de vuelta en Reno, en los días siguientes os seguiré poniendo cosas de mi viaje a Los Ángeles y regreso, porque tuvo mucho jugo).
Aprovechando mi estancia en Los Angeles, me tomé un día para acercarme a la localidad de Murrieta, en Temecula Valley. En los planos de la ciudad aparece como si fuera un barrio de los más alejados, hacia el sur. Que nadie se fíe de esos planos: la ciudad de Los Ángeles tiene, de punta a punta, 60 millas (este-oeste) y 54 (norte-sur). Por hacer una comparación: si Redondo Beach (la zona costera de Los Ángeles) fuera Bilbao, el final de la ciudad (San Bernardino) estaría situado más o menos en Logroño. Eso sí, al estilo americano, con cass bajas, calles cortadas a tiralíneas, autopistas que lo vertebran todo, y de vez en cuando, malls con las tiendas, restaurantes y cafeterías de las franquicias repetidas en todos lados.
Así que me fui a Murrieta, medio engañado por un plano engañoso, y tardé casi dos horas, entre distancia y atascos, ya que Los Angeles es la ciudad de tráfico más congestionado del mundo (doy fe de ello).
¿Por qué Murrieta? Mi objetivo era buscar documentación sobre la fundación de dicha ciudad, creada en el rancho que pertenecía a los hermanos Ezequiel y Juan Murrieta, de Santurce. Cuando vendieron los lotes para hacer el pueblo y la estación de tren, pusieron como condición que llevara su apellido, a pesar de que por entonces Murrieta era un nombre de mala fama, asociado al famoso bandolero mexicano Joaquín Murrieta que asoló el sur de California al poco tiempo de su anexión a los Estados Unidos. Documentación y bibliografía las localicé en la biblioteca municipal, de nueva factura, gracias a la ayuda de su directora, Loretta McKinney y su equipo.
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