Un año en Reno

En este diario iremos compartiendo algunas de las experiencias -espero que la mayoría de ellas agradables- durante los diez meses de estancia, día más día menos, como William A. Douglass Distinguished Scholar en el Center for Basque Studies de la Universidad de Nevada, Reno.

sábado, 5 de febrero de 2011

Sin City

O the City of Lights, o simplemente Las Vegas...
Esta ciudad, que es hoy en día la más poblada de Nevada, es también la más joven del estado. Sus orígenes se remontan a la década de 1950, cuando unos inversores millonarios de California (se rumorea que hubo dinero de procedencia muy dudosa detrás de todo) se fijaron en este territorio al sur de Nevada como lugar para abrir un centro de juego y entretenimiento que rivalizara con Reno, por entonces la verdadera y única capital del vicio de la costa Oeste. El área donde se halla Las Vegas estaba muy cerca de la gran megalópolis de Los Ángeles, cuyos habitantes serían los primeros clientes de los casinos y demás atracciones permitidas legalmente en Nevada, y prohibidas en California.
En poco más de medio siglo, Las Vegas le ha ganado la partida a Reno. Una vez comparada con su rival del sur, Reno queda apenas como un rincón provinciano. Frente a los cinco casinos gigantes que se concentran en el downtown de Reno, en Las Vegas se sitúan en el llamado "strip": una calle de cuatro millas, unos seis kilómetros de largo, donde se concentra el mayor gasto eléctrico en luces de neón de todo el país, y quizá de todo el mundo.




Como habréis visto, la ciudad cuenta con un monorrail para ayudar a los turistas a recorrer las enormes distancias entre las diversas atracciones y casinos. Yo lo usé al regreso al hotel. La primera parte del strip, de norte a sur, recoge los casinos más antiguos y clásicos, y comparados con el resto los menos espectaculares, así como los centros comerciales donde se agolpan todo tipo de tiendas de marcas de lujo.
Más o menos como a una hora de comenzar la peregrinación por el strip, se llega a la zona caliente: los casinos temáticos, esos que ofrecen, además del juego, toda una ambientación que alcanza a su decoración exterior, a sus restaurantes, y a sus inmensos salones interiores.


El primero es el Tresaure Island. La isla del tesoro. Huelga decir que es como meternos en una mezcla del libro de R.L. Stevenson y en la última película de Piratas del Caribe. En el exterior, rodea el hotel un lago, que quisiera representar una isla tropical y el puerto de una base pirata, con varios barcos de vela -de verdad, que flotan y todo-. Junto a uno de ellos, se entra en lo que parece una réplica de Port Royal, antes de que el terremoto hundiera su puerto y pusiera en desbandada a sus habitantes.



Del Caribe, pegamos un salto a la Italia renacentista. El casino The Venetian, como su nombre indica, nos lleva a la ciudad de los canales y las góndolas. Aquí también las hay, con una réplica de la plaza de San Marcos, del puente de Rialto, y del canal mayor. Es más, por unos pocos dólares unos gondoleros te llevan por un romántico paseo por debajo del puente...


Solo necesitamos cruzar la calle para ir de Venecia a Roma. Eso sí, a la Roma clásica, no a cualquiera. Estamos en el Caesar's Palace. Una réplica de la estatua de Octavio Augusto a tamaño ciclópeo nos da la bienvenida. A sus lados, sendas réplicas de un templo clásico y de una rotona nos permiten el acceso al recinto. El Coliseo se nos presenta en su esplendor (no como el de Roma, que es una pura ruina), donde se pueden ver espectáculos entre los que también hay luchas de gladiadores). Detrás, las torres del hotel se adornan en su cúspide con remedos de frontispicios clásicos.
Justo al lado del palacio del César se halla el Bellagio. Es famoso por sus espectáculos de agua y luz, con fuentes que se elevan a una altura de cinco pisos. Como os podréis imaginar, mi cámara no estaba como para hacer alardes, y menos nocturnos, así que mejor os pongo un video que he localizado en youtube con las fuentes en plena acción. En vivo sin más espectaculares, la verdad.


No abandonamos Europa, y creo que viendo las fotos no hace falta saber dónde estamos. Un arco de triunfo da la bienvenida a los huéspedes del hotel. Debajo de la torre Eiffel un restaurante ofrece comida francesa a la luz, no de la luna, sino de los neones del strip...


Enfrente mismo está el Montecarlo. Es curioso que la meca del juego y los casinos en los Estados Unidos haga un homenaje a la meca del juego y los casinos en Europa. Eso sí, no ví al príncipe Alberto ni a sus hermanas en ninguna parte, y no sé qué habrían pensado de las hordas de turistas en shorts que se agolpaban a su entrada.

Europa queda atrás. Los emigrantes cruzaban el Atlántico para llegar a la puerta de América: el puerto de Nueva York. Esta ciudad, el Big Apple tiene también su réplica en Las Vegas, con sendas copias -en pequeño- del Chrysler Building y del Empire State, y del puente de Brooklyn. Aquí, además, no es el césar sino la Libertad la que nos señala la entrada al paraíso.

El cine, fábrica de sueños, no podía estar ausente de Las Vegas. Casi al final del strip, dos casinos nos llevan a Hollywood. El MGM, propiedad de los estudios Metro Goldwin Mayer, con su famoso león vigilando rampante en la fachada principal...
Y enfrente mismo, junto al Tropicana y sus ritmos caribeños, el Excálibur nos recuerda al castillo de la Cenicienta, con sus paredes blancas y sus torres multicolores.

Por cierto, que es un hotel y, previo pago de la tarifa, cualquiera puede cumplir el sueño de vivir en una torre de un castillo medieval por unos días.

Mientras hacía todo este recorrido, llegó la noche y las luces de neón comenzaron a atraer a los turistas, ofreciéndonos la imagen más conocida de la ciudad que nunca duerme.

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