Ayer tuvimos la última clase con uno de los dos grupos. Y fue toda una odisea. Las dos aulas seguían sufriendo los efectos de las inundaciones. Una de ellas, la que tengo yo asignada habitualmente, estaba sin más, impracticable. Con el techo medio caído y el agua que seguía entrando, incluso cuando fuera ya había dejado de llover.
Así que nos hemos tenido que ir a la otra clase, la de al lado, que tenía menos goteras, por lo que los alumnos se han agrupado, los que han podido llegar y como han podido, en uno de los lados. Hoy tenían presentaciones, así que hemos pasado la mañana con un ojo puesto en los power-points y el otro en el techo. No fuera que cayera sobre nuestras cabezas. Y no metafóricamente, como en los tebeos de Astérix.
Por la tarde, la tormenta ha comenzado a despejarse, dejándonos una imagen bella a la vez que inquietante. Desde el balcón que tenemos a la salida de nuestro departamento en One Arsenal, se veía al fondo, escapándose en dirección hacia el norte, el frente. Nubes negras a un lado, cielo azul al otro.
Anuncian buen tiempo para el fin de semana que viene. A disfrutarlo
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