Un año en Reno

En este diario iremos compartiendo algunas de las experiencias -espero que la mayoría de ellas agradables- durante los diez meses de estancia, día más día menos, como William A. Douglass Distinguished Scholar en el Center for Basque Studies de la Universidad de Nevada, Reno.

sábado, 22 de enero de 2011

Esto amigos....

"Esto amigos... es una producción de la Warner Bros. para la televisión..."
¿Quién no se acuerda de Porky el cerdo recordándonos el nombre de los responsables de que existieran personajes como él mismo, el pato Lucas o Bugs Bunny. Y de otras películas con actores reales, que comenzamos a apreciar según nos hacíamos mayores.




Esta vez me ha tocado encontrarme con la Warner Bros., pero con un objetivo más serio. Vengo a consultar los archivos, los mismos que a comienzos de la década de 1970 cedieron los primeros dueños de los estudios, los propios hermanos Warner, cuando se retiraban del negocio por jubilación. Actualmente los conserva y gestiona la University of Southern California, una entidad privada situada en el corazón de Los Ángeles, muy cerca del downtown. El núcleo de la universidad abarca una manzana completa, organizada a modo de un campus inglés, con jardines y parques rodeando los edificios de las diferentes facultades, escuelas, bibliotecas, servicios y aparcamientos (una universidad sin aparcamientos es impensable en los Estados Unidos, y más aún en Los Ángeles).


Tenía reservados días para la consulta de varios expedientes relativos a la producción y filmación de algunas películas en las que sospechaba que se habían incluido personajes vascos. Lo malo es que en ningún sitio, ni en los correos ni en la web de los archivos, se indicaban un punto esencial. ¿Dónde se encuentran?
Dado que los archivos están gestionados por la School of Cinematographic Arts de la USC, decidí que lo mejor sería acercarme por aquella facultad y preguntar. Día soleado, 82º F, es decir mucho calor, y más aún para mediados de enero, y un bonito paseo desde la parada de autobús en Figueroa St. Primera sorpresa: el edificio está inmaculadamente conservado, lo que lo hace aún más refulgente bajo el sol californiano, en un estilo vagamente morisco o andaluz, según lo entienden por aquí.




Me recibe a la entrada un personaje, no de leyenda pero sí de historias épicas: una estatua de Errol Flynn, en mitad del patio central, dando entradas a las dos alas del edificio.


¿Os imagináis cómo se llaman, respectivamente, las alas...? Pues sí, una es ni más ni menos que George Lucas. Y la otra, como no podía ser menos, su viejo amigo, Steven Spielberg. Que quede claro que estamos en una escuela de cineastas...


Nunca seremos capaces de ponderar con justicia la importancia que tienen los bedeles en una universidad. La School of Cinematographic Arts no los tiene, o al menos no los encontré, y las preguntas que hice a estudiantes y profesores fueron erráticas: nadie parecía saber dónde estaban los dichosos archivos. Subí a la oficina del decano, cuarta planta, donde una amable señora me informó de que le sonaba que los archivos estaban "somewhere off-campus", pero fue incapaz de decirme la dirección concreta, aunque sí que me avisó que estaba fuera del mapa del campus que había impreso desde la web de la USC.



Desesperado porque el tiempo corría, decidí acercarme a la biblioteca central, la Doheny Library, donde según la misma web estaban los fondos de Cinematographic Arts. Efectivamente, allí estaban los libros pero no los documentos, aunque por lo menos sí que sabían dónde enviarme. No era muy lejos, la verdad, cruzar dos calles y la autopista y allí es.
Otra de las sorpresas de esta ciudad es su capacidad para los contrastes. Apenas en cuestión de dos manzanas se puede pasar de las tiendas más sofisticadas a barrios cercanos al chabolismo. Lo mismo me pasó en mi búsqueda del RAN (Research Annex), localización exacta de mis ansiados documentos. De las palmeras, jardines y alumnas y alumnos de diseño, me encontré de bruces con un barrio de casas viejas, descompuestas, almacenes embarrados y, en algunos casos, derruidos. Incluso el paisanaje cambiaba drásticamente: caras mestizas y acentos latinos. Allí en medio estaba el almacén -porque no merece otro nombre- donde pasaría varios días de trabajo.


Eso sí, al menos el interior, aunque anticuado y lejano a las comodidades y medios tecnológicos con que nos suelen abrumar las universidades estadounidenses, era adecuado para la investigación. Los encargados -alumnos becarios- eran atentos, amables y deseosos de ayudar. Entre otras cosas, he podido confirmar que hasta la década de 1950, como no podía ser de otro modo, los únicos vascos que conocían los cineastas americanos eran pastores.

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