Un año en Reno

En este diario iremos compartiendo algunas de las experiencias -espero que la mayoría de ellas agradables- durante los diez meses de estancia, día más día menos, como William A. Douglass Distinguished Scholar en el Center for Basque Studies de la Universidad de Nevada, Reno.

miércoles, 30 de abril de 2014

Hurling

Finalmente ayer no pudo ser. No pude dar mi antepenúltima clase aquí en Columbus. El mal tiempo no me dejó, y no era una excusa. Entre que algunos alumnos que no pudieron acudir por las carreteras cortadas por las inundaciones y los cortes, y que se nos inundaron las aulas, al final tuvimos que desistir. Sí, se nos inundaron las aulas, una auténtica riada que se filtraba por el techo. Claro, es un edificio antiguo, y aunque lo reformaron hace poco, mantiene el tejado original. Las reparaciones, por lo que se ve, no son suficientes. Y cada vez que llega una riada, parece que se repite el problema. Hoy fue en ambas aulas, y en el despacho de Brad, quien -como le comentamos- no se podía quejar, ya que disfrutaba del único despacho con agua corriente.
Así que Gary, el director del departamento, se encargó personalmente de desconectar todos los aparatos eléctricos de las aulas, y nos retiramos. Pero no para descansar, no. Al poco tiempo llegó Doug con un regalo para Gary: un stick de un deporte irlandés llamado "hurling". Da la coincidencia que Gary es de origen irlandés, así que nos explicó las reglas del juego en cuestión. Un deporte tradicional gaélico, curiosa mezcla de hockey, fútbol y rugby que debe ser toda una pasión en Irlanda. Y por el video que nos mostró, tiene motivos de sobra para serlo...
En fin, que al poco nos pusimos a lanzar unas pelotas con el "hurley", que es nombre del aparato de madera con el que los jugadores hacen de todo, incluso abrir la cabeza al contrario. Pero luego la cordura se impuso, y volvimos cada uno a nuestras obligaciones. Como en un departamento normal. Lo único que se echa en falta, para ser un lugar perfecto, la cafetería.


martes, 29 de abril de 2014

Un banco de acero para escapar de los tornados

Ayer fue un día movido. En todos los sentidos. Los alumnos -y los profesores- cardíacos a más no poder por la inminencia del final de curso. Estamos en la última semana. Bueno, realmente en el calendario oficial de la CSU el lunes que viene, 5 de mayo, es todavía lectivo. Y los exámenes comienzan exactamente el día siguiente. Resultado: que aquí también aplican, y aplicaré, el principio de "ultima non datur". Básicamente porque no me vendrá nadie a la última clase. Más o menos, lo mismo que ocurre en nuestra facultad cuando el decanato se empeña en mantener como lectivo el periodo entre San Prudencio y el 1 de mayo. Todo el mundo sabe que son días perdidos para la docencia, pero ahí siguen. Inasequibles al desaliento. Los días, digo.
Y también fue movido por los tornados. Me enteré de que estábamos en "tornado watch" durante mi comida con Pedro y los profesores del departamento de Spanish Studies. "Maybe you'll be lucky", me dijeron, porque así tendría la experiencia de vivir un tornado de cerca, si es que acababa viniendo a esta parte de Georgia. Hombre, no creo que "lucky" sea la palabra más apropiada, respondí, pero bueno, si es por experiencias, siempre prefiero recordar que "técnicamente" sobreviví un accidente de avión. Y así contado, sin entrar en detalles, sí que es una experiencia. Pero no viene al caso.
El hecho es que la amenaza fue trágicamente real. Tocó partes de Mississippi y el norte de Alabama. Pasó rozando Birmingham, AL, que es por así decirlo la gran ciudad más próxima a Columbus. 50 tornados se formaron en 24 horas, dejando por el momento 23 muertes. Vamos, que no es para tomárselo a broma. Y hoy la amenaza sigue, aunque aquí en Georgia se espera más que haya grandes tormentas, lluvias intensas y amenaza, otra vez más, de inundaciones. Eso sí, sin que el calor agobiante disminuya, pero con un aumento de la humedad que hace insorportable pasear por la calle. Suerte que en casa tengo todo tipo de aparatos contra el calor, desde ventiladores a aire acondicionado...
En todo caso, no puedo renunciar a mi paseo matutino, café incluido, con mi visita al Iron Bank. Ya comenté en una entrada anterior que esta cafetería se halla situada en lo que en un tiempo fueron las oficinas de un banco. Hoy me he fijado un poco más en la decoración, y efectivamente, aún hay elementos que recuerdan el anterior uso del local.

¿Les suena qué es eso? Efectivamente, es una caja fuerte. Con su puerta de acero de triple capa, cuádruple cerradura y treinta puntos de cierre. Una joya del arte cajeteril, la verdad. Fabricada a comienzos del siglo XX, pero creo que todavía en buen estado. ¿Qué hay dentro? Bueno, en la primera foto, por falta de luz, no se aprecia, pero vean lo que hay en su caja gemela, situada justo al otro lado de la misma pared:
Efectivamente.... han convertido las cajas fuertes en unos coquetos "reservados" para tomar tranquilamente un café. La diferencia es que en este han abierto la pared para permitir crear una ventana y que entre luz, pero en el fondo, al estar dentro la sensación es parecida. De protección. Posiblemente sea uno de los mejores lugares de Columbus si llega el anunciado tornado.



lunes, 28 de abril de 2014

Tocando la historia con las manos.

Penúltimo fin de semana en Columbus, y primero con expectativas de buen tiempo. Cierto es que llovió un poco la tarde de ayer domingo, pero fue tan breve que vamos a darlos como que no. Eso sí, mucho calor, temperaturas en los 80 (farenheit, que eso sí es mucho calor). Se nota por fin que estamos en el sur. Y me comentan que el verano es peor...

En fin, que aprovechando la oportunidad ayer domingo me alquilé el coche todo el día para dar un recorrido por los alrededores y conocer algo más que Columbus. Tenía tres objetivos: Westville, un "parque temático" histórico sobre la Georgia de 1850 en un pueblo llamado Lumpkin; una visita al "Pequeño Gran Cañón" (Providence Canyon) de Georgia; y una visita final a una minúscula localidad en el centro del estado llamada Plains. Luego contaré por qué. En todo caso, en total no más de una hora desde Columbus. Todo cerca, para no cansarse.

Westville estaba cerrado -¡no abre los domingos!-, por lo que no puedo decir nada del modo en que los actores "reconstruyen" la Georgia de mediados del XIX. Eso sí, Lumpkin me sorprendió: su downtown, estructurado no en torno a una calle como el resto de las localidades que he visitado, sino en una plaza central, era la auténtica imagen de la desolación. Locales vacíos, calles desiertas, el primer paso para una ciudad fantasma. No es la primera vez que me han comentado el problema crónico de los centros tradicionales de las ciudades y pueblos americanos, que han entrado en una decadencia imparable -Columbus parece ser una excepción, y en todo caso muy reciente-.

¿Y Plains, qué tiene de atractivo para merecer una visita? Creo que el cartel ya ha respondido a mi pregunta. Pueblo natal del ex-presidente Jimmy Carter, que ha hecho de su hijo más famoso el centro de gran parte de su actividad, compaginándola con el tradicional negocio del cacahuete, que sigue siendo la "mascota" oficial de la localidad -todavía se conserva en el centro de Palains la antigua empresa de maní "Carter", hoy con nombre diferente-. Incluso, por si alguien se lo hubiera perdido, en la escasa manzana que sirve de downtown o zona comercial de Plains (reproducida al completo en la foto de abajo), dejan muy claro la admiración que aún tienen por Jimmy -quizá no muy compartida por muchos de sus compatriotas, pero eso es otra cosa-:

En el programa inicial de mi excursión tenía pensado hacer el recorrido habitual: visita al museo del National Historic Site, situado en la antigua escuela de Plains, hoy convertida en un museo monográfico sobre el ex-presidente; visita a la antigua residencia de la familia y su empresa -la casa actual de Carter no puede visitarse-; y finalmente, visita a la antigua estación o "depot" de Plains, que fue el centro de operaciones de la campaña de Jimmy Carter en las primarias previas a su nominación como candidato presidencial por los Demócratas. Esta estación se conserva hoy en día como un museo de su actividad política; y por lo que he podido aprender, fue el lugar elegido para este fin por dos motivos: 1) porque contaba con el único teléfono de la localidad: y 2) porque contaba con el único cuarto de baño de la localidad. Que cada cual dé importancia a lo que prefiera.
Antigua escuela de Plains, sede del museo del NHS

Plains Depot
Pero hubo una sorpresa que me alteró el programa. Nada más llegar al museo del National Historic Site, el ranger encargado de recibirme -es un edificio regentado por el servicio de Parques Nacionales, el mismo que gestiona Yellowstone o Yosemite, de ahí que el personal sea el mismo- me preguntó si quería conocer a Jimmy Carter en persona. "Are you kidding? Yes". Y me mandó a la iglesia baptista de la localidad, situada media milla hacia el norte, de nombre Marana Tha. En apenas un cuarto de hora Carter iba a actuar de preacher o teacher (no le entendí bien). En todo caso, se podía asistir. Eso sí, a la entrada habría vigilancia policial, no podía llevar armas (como si las tuviera), no podía llevar bolsas ni nada parecido, solo la cámara, y a la entrada pasaría una revisión peor que al embarcar en un aeropuerto. Pero bueno, allí me dirigí.

La capilla es un edificio sobrio, muy americano, de ladrillo y cemento. Cuando llegué, una "maestra de ceremonias" estaba dando sus recomendaciones sobre el modo de comportarse. Sobre todo, nos recordaba que estábamos en una iglesia, y nos advertía sobre el protocolo. Por ejemplo, las fotos solo estarían permitidas al comienzo, cuando llegara el ex-presidente y saludara. Y así hice. Lamentablemente por haber llegado tarde yo estaba colocado casi hacia el final, pero bueno, la cámara es buena y con buena resolución, así que seguro que se puede ver algo. Y eso sí, entre un mar de cámaras, porque estábamos todos a lo mismo.
Lo mejor vino seguidamente. Tras apagar las cámaras, Carter se puso a pasearse entre el público, preguntando de dónde era cada uno y, dando la mano a los que tenían suerte y estaban situados junto al pasillo. Este fue mi caso. Lamentablemente no pude inmortalizarlo. En todo caso, no todos los días tiene uno la posibilidad de recibir un apretón de manos del más veterano de los ex-presidentes de los Estados Unidos.


domingo, 27 de abril de 2014

Historic District

Pues sí, así se llama este pequeño barrio, colindante apenas con el centro de la ciudad (Uptown) y apenas a dos calles de mi apartamento. Y a pesar de todo, no me había dado tiempo a visitar como se merece. Un recorrido rápido en coche en algún fin de semana, y este pasado miércoles una visita usando el Segway junto con Pedro -por cierto, vaya experiencia lo del segway, estoy esperando las fotos para poder dar envidia-. Pero necesitaba un recorrido sosegado, para poder sacar algunas fotos.

¿Qué es el Historical District? Básicamente, el barrio residencial más antiguo de la ciudad. Donde se conservan casas que se remontan al momento fundacional de Columbus, allí por el segundo cuarto del siglo XIX. Muchas de estas casas se han conservado por más de siglo y medio, manteniendo el ambiente de cuando aquel barrio era prácticamente todo Columbus. Con sus típicas casas de ese inconfundible estilo clasicista del este y sur de los Estados Unidos. Construcciones en madera, de dos o a lo sumo tres plantas, en medio de jardines bien cuidados, y sobre todo con sus porches que invitan a la molicie. Sobre todo si -como fue mi caso- si uno recorre la zona bajo el sol del mediodía y tras un abundante lunch.




sábado, 26 de abril de 2014

Minnie's

Sé que se me van a quedar muchas cosas en el tintero. De todo el cúmulo de nuevas experiencias, paisajes, voces y sabores que he ido acumulando estos meses, seguramente muchos se quedarán únicamente en mi recuerdo y en las fotos que me haya podido traer de vuelta. Y respecto a los sabores...

Al comienzo de mi estancia recuerdo que comenté mi primera experiencia con la comida sureña, de la mano de los colegas del departamento, a modo de recibimiento. Fue en el Minnie's, un restaurante situado en pleno Historic District de la ciudad -más adelante, espero, hablaré de este lugar-. Se trata de hecho del único negocio público de este tipo funcionando en la zona, que es básicamente residencial. Y si su arquitectura exterior desentona con el resto de edificios de la zona, su interior no defrauda.

Efectivamente, vende lo que promete. Comida al estilo local, y sobre todo, el mejor pollo frito. Y es cierto. Lo he podido comprobar en mi propio paladar, cuando he intentado hacer la prueba acudiendo a otros restautantes especializados también en la cocina típica sureña. No hay color. Y no quiero decir nombres para no echarme enemigos gratuitamente. Porque, a fin de cuentas, la culpa es mía y solo mía. ¿Quién me mandaba ir haciendo experimentos en vez de hacer caso a la voz de la experiencia y seguir los consejos de quienes llevan más tiempo que yo aquí? Desde entonces, fiel a Minnie's.

Así que hoy me he acercado otra vez. La excusa era poder hacer el reportaje fotográfico prometido. La razón verdadera: volver a disfrutar del baño de sabor (y calorías). Como se ve en la foto, es un restaurante concurrido. Lleno, a la hora del lunch, que es cuando abre. No esperen largos menús con descripciones prolijas y poéticas de platos, ni denominaciones en francés, ni cosas como rúcula o similares. Un plato fuerte de carne -el pollo es lo mejor, pero no se pierdan de vista las costillas-, acompañado de dos raciones de vegetales -hoy he probado el maíz dulce y es delicioso-, cornbread, y el insustituible sweet tea.

Con la ventaja añadida de las generosas raciones americanas. Con lo que no he podido comer al mediodía, tengo resuelta la cena. Y todo por diez dólares, ¿quién da más?

viernes, 25 de abril de 2014

El ecuador quedó atrás

Han sido varios días sin poner nuevas entradas en el blog. No por falta de ganas, sino de tiempo. Esta semana de Pascua, que en nuestra tierra suele ser una semana de descanso y vacaciones en el mundo universitario, ha resultado ser una de las más activas aquí. La semana que viene finaliza, como quien dice, el curso. El siguiente lunes es oficialmente lectivo, pero como quien dice, en la práctica, todo acaba la semana que viene. Estoy a cinco clases de finalizar mi ciclo aquí en Columbus.

De hecho, no había sido consciente de la inminencia de mi retorno hasta hace nada. Ayer recibí una carta de Christine, del CIE, en el que me enviaba una Check-Out List, un papel con la lista de cosas que tengo que hacer para cerrar mi estancia aquí. Desde avisar de la fecha de mi partida, hasta preparar la devolución de las llaves y dejar bien el apartamento. ¡Si apenas hace un momento estaba llegando a Columbus! El tiempo, realmente, ha pasado rápido; es lo bueno de tener obligaciones docentes. La preparación de las clases, las mismas clases. Y las actividades complementarias. Esta semana hemos tenido las dos últimas presentaciones de los ciclos de cine e historia, el primero sobre los derechos civiles y el segundo sobre cine latinoamericano. Y los colegas del departamento están de reunión en reunión; apenas echo de menos nuestra universidad y la reunionitis que nuestros amados superiores nos quieren contagiar. Acaba de pasar Gary por mi despacho, avisándome de la happy hour que tendremos hoy, como todos los viernes, a las 5 y media, cuando acabe la jornada laboral. Y me decía, además, que desde ahora hasta ese momento va a estar ocupado en reuniones y más reuniones. No le envidio, la verdad. Por cierto, que la happy hour de hoy es además la primera despedida: mañana se nos marcha Ilaria. Tiene una beca de un mes para ir a Ginebra, para investigar e impartir un seminario. Así que hoy le haremos la despedida. Quiero llevar la cámara, a ver si al menos puedo tener una foto de todo el grupo.
La partida de Ilaria es el comienzo del final, como quien dice. Cierre de clases, exámenes, calificaciones, resolución del papeleo de mi contrato y mi visado, algo de turismo -espero- y vuelta para casa. Ahora que ya había completado mi adaptación, de tal modo que hasta los animales ya no se escapaban al verme. Las ardillas que huían de mi presencia ahora se quedan tranquilas esperando mi paso. E incluso esta mariposa que ven en la foto me ha recibido esta mañana en la puerta de One Arsenal, cuando entraba al departamento. He podido fotografiarla a placer, no ha hecho ni un amago de escaparse mientras preparaba mi cámara. Un posado perfecto.

lunes, 21 de abril de 2014

Basque Obsession

Esto va dedicado a Xosé Manoel, que seguro que desde su retiro próximo a los Alpes hará uno de sus comentarios agudos. Le he tomado la palabra. Estoy es ya una obsesión. Pero como dije en una entrada anterior, es que ahora los vascos me vienen a buscar. A la puerta de casa nada menos.

Si no... ¿cómo se explica el hecho de que he haya encontrado este coche aparcado justo enfrente de la puerta de mi apartamento?

domingo, 20 de abril de 2014

Viernes lluvioso

Viernes lluvioso, para no variar. Parece que se va a convertir ya una tradición en mi estancia aquí en Columbus. Voy a acabar pensando como el título de aquella película de 1969: If It's Tuesday, This Must Be Belgium (Si hoy es martes, esto es Bélgica). En mi caso: If it is rain, this must be weekend... o algo así, pero me comprenden el significado.


En todo caso, no me puedo quejar. El día ha sido completo. Mucho trabajo por la mañana -tengo un artículo de los siete que tengo que acabar casi completo-, una charla sobre fútbol -perdón, soccer- con Steven, en torno a la gafada del Barça el otro día, y finalmente una amenísima y divertida cena con los colegas internacionales de la CSU. En la que, por cierto, me he enterado que no solo me leen mis alumnos, familia y colegas en casa. Saludos a Pedro, a Carlos y a los demás.

sábado, 19 de abril de 2014

Recuerdos de la historia

La historia tiene momentos emocionantes y recuerdos terribles. La esclavitud se halla, sin duda, entre estos últimos. Pero se trata de un aspecto del pasado que merece la pena recordar y reflexionar, por toda la influencia que ha tenido en el devenir posterior e incluso en la sociedad de nuestros días, máxime aquí en esta región del sur de los Estados Unidos. Si el otro día hablaba sobre el recuerdo, aún poderoso y vivo, de la Guerra de Secesión -aquí conocida como Guerra Civil-, la cuestión de la "institución particular", de la emancipación y del siglo posterior de lucha contra la discriminación por razón de raza sigue siendo un elemento que marca la identidad y memoria de esta tierra.
El sábado pasado, camino de Savannah, hicimos un alto en Louisville. Bueno, no un alto, realmente cruzamos la localidad sin detenernos, pero nuestro guía Dan hizo dar un rodeo al conductor para ver uno de los viejos edificios históricos de la ciudad, que fue también capital de Georgia antes de Milledgeville, de 1796 a 1806. Desde el autobús pude sacar algunas fotos, no de muy buena calidad eso sí, de dicho edificio:

Así visto, aparentemente parece algo parecido a un kiosko o similar. De hecho, se halla en la mediana de la calle principal de la ciudad, en una intersección de calles que, en su tiempo, habría sido lo más parecido a una plaza. Sin embargo, no era un lugar para la música o el entretenimiento, sino un mercado. Pero un mercado muy especial.
Sí, seguro que se han fijado en la extraña estructura de hierro en el centro del kiosko. Se explica por su primera utilidad: se trata del único mercado de esclavos que se conserva en Georgia. Market House, que así se conoce el lugar, fue edificado a fines del siglo XVIII y se convertiría en poco tiempo en el más activo mercado de esclavos del estado, una vez que se cerró el mercado de Savannah en 1808, cuando se ilegalizó el tráfico internacional -que no interno- de esclavos.


viernes, 18 de abril de 2014

Working on a railroad for a dollar in a day

Bueno, no exactamente en el ferrocarril, y tampoco por un dolar al día. El trabajo y la paga son muy diferentes aquí en la CSU. Pero así es como me he sentido estos dos días, jueves y viernes. Mejor dicho, Jueves y Viernes en mayúscula, porque... ¡sí!, estamos en Semana Santa. Fechas de gran significación, y en nuestro caso, además, paralización de toda actividad docente en nuestra tierra.
Pero no aquí.  El spring break ya se hizo en su momento, coincidiendo con el paso por el ecuador del semestre, de un modo racional. La mitad del semestre, spring break, la mitad del semestre. Yo les he explicado a los colegas que nosotros no tenemos spring break -ya han interiorizado que lo de la siesta o afternoon break es un invento de Washington Irving y el New York Times-, y que las vacaciones de Semana Santa serían, más o menos, lo mismo o parecido. Lógicamente, no he podido replicar a sus agudas observaciones sobre lo absurdo de tener un break a dos semanas del final del curso, pero como todos sabemos en la definición de la Semana Santa gobiernan la tradición y la posición de los astros, así que cada año toca cuando toca. Y este año ha tocado casi al final del curso. Me han mirado con la expresión de Obélix cuando dice eso de:
Tampoco he querido meterme en berenjenales sobre capirotes y otras indumentarias de Semana Santa, porque en el lugar en el que estoy: a) podría ser malinterpretado al explicarlo; o b) sería seguramente malinterpretado antes de que pudiera explicarme.
En fin, que añado otro first a mi lista. Por vez primera he dado clase en Jueves y Viernes Santo, y también me tocará lo propio en Lunes de Pascua, otra fecha tradicional en el País Vasco. En vez de subir al Serantes en Cornites, me tocará explicar a los alumnos el uso de la correspondencia para estudiar las migraciones internacionales. No hay color.

miércoles, 16 de abril de 2014

El viejo capitolio de Georgia

La siguiente parada en Milledgeville nos llevó al lugar donde se hallaba el viejo capitolio de Georgia. Destruido por un incendio en su momento, hoy se levanta en su lugar una reconstrucción, bastante fiel en parte, del viejo edificio, situado dentro de un colegio militar.
La primera imagen, antes de entrar el en edificio: primero, un monumento recordando a los soldados de la confederación que lucharon en la guerra -este tipo de monumentos es muy habitual en esta zona-, y segundo, un arco a la entrada del parque en el que se sitúa el antiguo capitolio, que según dice la historia fue levantado usando los ladrillos del viejo edificio destruido.
En el interior del edificio, reconstruido, hay un interesante museo de historia en el que se busca el balance entre ambas visiones, sudista y nordista, de los acontecimiento que ocurrieron hace tanto tiempo pero que, como he comentado, siguen vivos en la memoria presente.

No obstante, otras cosas me llamaron la atención. Por ejemplo, la visualización de la terrible hiper-inflación que sufrieron los estados del sur a final de la guerra, cuando su dólar valía poco menos que unos centavos del dólar del norte.
A la salida, nos hicimos la foto colectiva de rigor, gentileza de la cámara de la UPV/EHU que llevo conmigo para la CSU -primera colaboración interuniversitaria, así vista-. No la pongo aquí porque ha salido en el facebook del departamento y ya la he compartido.

martes, 15 de abril de 2014

The old capital of Georgia

Primera parada, Milledgeville. Mis alumnos georgianos me avisaron de que no encontraría nada de interés cruzando el estado hasta Savannah. Será porque ellos están acostumbrados, pero para alguien que nunca ha conocido nada de esta tierra excepto por los libros, los sitios que cruzamos están llenos del atractivo de la novedad.
La expedición, recién desembarcada en Milledgeville

Milledgeville es, además del lugar donde degusté los fried green tomatoes, una de las capitales históricas de Georgia. De hecho, era aquí donde radicaba el gobierno estatal durante la Guerra Civil, o de Secesión, hasta que en 1868, acabada la contienda, decidieron trasladarla a Atlanta por ser nudo de comunicaciones y ciudad más accesible. Por causa de este traslado, o quizá gracias a él, según se mire, Milledgeville quedó casi como congelada en el tiempo. Una tranquila comunidad, de población no excesiva, cuya main street es de apenas un bloque, sede de uno de los colleges universitarios del sistemade Georgia, y con una zona residencial plagada de casas del típico estilo colonial-neogriego que tanto aparece en las películas, así como los viejos edificios del gobierno de Georgia: la casa del gobernador y el capitolio estatal, convertidos ambos hoy en día en museos. Fueron el destino de nuestra visita.
Casa junto al palacio del gobernador
 El palacio del gobernador, hoy museo de Georgia, fue durante muchos años residencia del presidente -rector- de la universidad local. Luego dejó de tener este uso para ser restaurada siguiendo el modelo de cómo era en los tiempos en que el destino de Georgia se regía desde aquí, para funcionar como museo. Museo que nos fue explicado por un guía, alumno de historia, y buen conocedor de la historia local de la ciudad y su entorno.
La visita nos llevó por las tres plantas del edificio. Para un recién llegado de Europa, producía un poco de shock que el guía nos mencionara, con una entonación casi neutra, que la planta baja, la situada en el semisótano del edificio, fuera la zona reservada a los esclavos. Claro, durante todo el tiempo en que el edificio sirvió como residencia del gobernador, existía la esclavitud en Georgia. Más tarde, reflexionando en conversaciones, uno se da cuenta de que es lo mismo que ocurría en las grandes mansiones europeas, solo que allí el servicio no era esclavo sino libre. Pero el resto, la división entre los de arriba y los de abajo, era similar.

Cocina y dormitorio del mayordomo (esclavo) de la casa.
Visitamos el comedor principal -el grande, para cuando había visitas-, el salón y comedor privado de la familia del gobernador, situados en la primera planta, y finalmente los dormitorios, en la segunda. La máxima expresión del confort y lujo en la primera mitad del siglo XIX.
Comedor principal
Salón familiar

Los compañeros americanos de expedición tomaron muchas fotos de este lugar. No era para menos. En este escritorio, situado en el despacho privado del gobernador, fue donde éste firmó el acta de la secesión de Georgia de los Estados Unidos, toda vez que esta decisión hubiera sido refrendada por mayoría por los miembros de una convención estatal reunida al efecto en 1861.
Finalmente, pasamos por la cúpula central del edificio, cuyo fin era iluminar la sala de espera, donde aguardaban a ser recibidos. los visitantes al despacho del gobiernador.




La visita acabó, como ya sabemos, con un interludio en la main street y sus restaurantes.

lunes, 14 de abril de 2014

Tomates verdes fritos

En el pasado viaje a través de Georgia pude recibir mi primera inmersión en el paisaje del profundo sur americano, con todas su particularidades, siguiendo la pista de un acontecimiento que, aunque ocurriera en 1864, sigue siendo un elemento angular de la identidad actual de Georgia: esa marcha del general Sherman desde Atlanta hasta Savannah, en la costa, dejando a su paso un reguero de tierra quemada, en todo el sentido de la palabra.

No obstante, como no nos alimentamos solo de paisaje o de historia, el sábado tuve la ocasión de probar otra de las recetas "míticas" de la gastronomía sureña, que se suman a la barbacoa o al fabuloso pollo frito y el cornbread. Se trata de los tomates verdes fritos ("fried green tomatoes").
Estábamos el sábado en Milledgeville, capital del estado de Georgia hasta el fina de la guerra, y tras una interesante visita a la antigua mansión del gobernador, convertida hoy en museo, antes de volver al autobús, los expedicionarios nos diseminamos por la Main street de la ciudad, donde se concentran todavía todos los negocios y restaurantes, como era habitual hasta hace varias décadas en los EE.UU.

Y he aquí que en el restaurante en el que entré con Ilaria y Steve, dos colegas del departamento, servían tomates verdes fritos. Anunciados como plato especial. Así que entramos, más que nada porque querían hacerme los honores de otro "first" -fueron los mismos que me llevaron a probar la comida sureña en Minnie's en mi primera semana de clases aquí en Columbus-. Pedimos unas raciones de tomates como entrante, seguida del plato principal -en mi caso algo que recordaba una milanesa de pollo a la napolitana sobre una montaña de spaghetti-. No pude menos que sacar una foto. Efectivamente, son tomates, cortados en rodajas, preparados con un aliño, y fritos con harina de maíz al estilo habitual en esta zona. Aprendí que no se trata de tomates normales sin madurar, sino de una variedad especial que son siempre verdes. Así que no lo intentemos en casa porque no quedaría igual.


¿A qué sabían? Bueno, por fuera uno se espera algo parecido a unas rabas, pero al morderlo, el interior es jugoso, blando, y efectivamente sabe a tomate, aunque mucho más acido y con el sabor añadido del aliño en que lo bañan antes, y cuya composición intentaré aprender antes de regresar.

domingo, 13 de abril de 2014

De regreso

Si las semanas pasadas me quejaba de mi mala suerte con el tiempo en Columbus los fines de semana, hoy es todo lo contrario. Cansado de la excursión siguiendo las huellas de Sherman hasta Savannah, donde hicimos la gaupasa sabatina.

Muchas experiencias interesantes y una ciudad con una personalidad inexperada. En los próximos días pondré algunas fotos y noticias. Hoy me limito a poner una de las estatuas situadas en una de las mucha plazas que jalonan el centro de Savannah: la del exporador español Hernando de Soto. Aquí tienen sitio para todos.