Un año en Reno

En este diario iremos compartiendo algunas de las experiencias -espero que la mayoría de ellas agradables- durante los diez meses de estancia, día más día menos, como William A. Douglass Distinguished Scholar en el Center for Basque Studies de la Universidad de Nevada, Reno.

sábado, 26 de abril de 2014

Minnie's

Sé que se me van a quedar muchas cosas en el tintero. De todo el cúmulo de nuevas experiencias, paisajes, voces y sabores que he ido acumulando estos meses, seguramente muchos se quedarán únicamente en mi recuerdo y en las fotos que me haya podido traer de vuelta. Y respecto a los sabores...

Al comienzo de mi estancia recuerdo que comenté mi primera experiencia con la comida sureña, de la mano de los colegas del departamento, a modo de recibimiento. Fue en el Minnie's, un restaurante situado en pleno Historic District de la ciudad -más adelante, espero, hablaré de este lugar-. Se trata de hecho del único negocio público de este tipo funcionando en la zona, que es básicamente residencial. Y si su arquitectura exterior desentona con el resto de edificios de la zona, su interior no defrauda.

Efectivamente, vende lo que promete. Comida al estilo local, y sobre todo, el mejor pollo frito. Y es cierto. Lo he podido comprobar en mi propio paladar, cuando he intentado hacer la prueba acudiendo a otros restautantes especializados también en la cocina típica sureña. No hay color. Y no quiero decir nombres para no echarme enemigos gratuitamente. Porque, a fin de cuentas, la culpa es mía y solo mía. ¿Quién me mandaba ir haciendo experimentos en vez de hacer caso a la voz de la experiencia y seguir los consejos de quienes llevan más tiempo que yo aquí? Desde entonces, fiel a Minnie's.

Así que hoy me he acercado otra vez. La excusa era poder hacer el reportaje fotográfico prometido. La razón verdadera: volver a disfrutar del baño de sabor (y calorías). Como se ve en la foto, es un restaurante concurrido. Lleno, a la hora del lunch, que es cuando abre. No esperen largos menús con descripciones prolijas y poéticas de platos, ni denominaciones en francés, ni cosas como rúcula o similares. Un plato fuerte de carne -el pollo es lo mejor, pero no se pierdan de vista las costillas-, acompañado de dos raciones de vegetales -hoy he probado el maíz dulce y es delicioso-, cornbread, y el insustituible sweet tea.

Con la ventaja añadida de las generosas raciones americanas. Con lo que no he podido comer al mediodía, tengo resuelta la cena. Y todo por diez dólares, ¿quién da más?

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