Un año en Reno

En este diario iremos compartiendo algunas de las experiencias -espero que la mayoría de ellas agradables- durante los diez meses de estancia, día más día menos, como William A. Douglass Distinguished Scholar en el Center for Basque Studies de la Universidad de Nevada, Reno.

jueves, 10 de febrero de 2011

El mundo al revés

El paisaje de Reno parece ir en contradicción con lo que podría esperarse del ciclo normal de las estaciones.
Me explicaré: cuando llegué a la ciudad allá por el fin del verano, Reno se me presentaba como una mancha verde, de un verde pristino, en medio del desierto. Así fue más o menos hasta fines de noviembre, fecha en la que vino el jardinero que cuida nuestra manzana a avisarnos de que se despedía hasta la primavera. Hasta ese momento, una parte de la rutina diaria era el ruido de los aspersores que se encargaban de dar de beber al césped, los árboles y las flores que rodean la casa.




Hoy, paseando por el campus, me he percatado de que el paisaje es totalmente diferente. Donde había verde, hoy domina el amarillo. Los árboles sin hojas, y el césped agostado o quemado por la nieve y el hielo de pasados temporales. O simplemente sucimbiendo a la sed tras la retirada del riego. Reno en invierno es un paisaje amarillo, con una naturaleza adormecida o incluso muerta. Revivirá en primavera, cuando a los calores se le una el agua, de la mano del hombre. Porque Reno es un paisaje artificial: si por una casualidad desapareciera la raza humana de golpe, los parques y jardines de Reno serían los primeros que seguirían nuestro camino...

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