Un año en Reno

En este diario iremos compartiendo algunas de las experiencias -espero que la mayoría de ellas agradables- durante los diez meses de estancia, día más día menos, como William A. Douglass Distinguished Scholar en el Center for Basque Studies de la Universidad de Nevada, Reno.

martes, 8 de febrero de 2011

Superbowl

No había otro plan posible para el domingo 6 de febrero. El país entero se paralizaba, dividido en dos bandos.  O los Steelers o los Packers. Los primeros son el equipo de Pittsburgh, la ciudad más industrial de Pennsylvania, y centro de la siderurgia pesada de los Estados Unidos. Los segundos son de Green Bay, Wisconsin, un pequeño pueblo rural a las orillas del lago Michigan, en el norte. La América urbana contra la América rural. Todo el mundo tenía ocasión y motivos para alinearse con unos o con otros.
Aprovechando que estamos en los States, nada mejor que sacar partido a la ocasión e imbuirse en la esencia americana en estado puro. Los días previos al partido todos los comentarios de nuestros colegas americanos giraban en torno al partido. De hecho, como ya indiqué en una entrada anterior, Iker -el único de los europeos que sabía algo de la mecánica y reglas de este deporte- nos pasó un completo informe para que entendiéramos de qué iba el juego y, sobre todo, para que no le estuviéramos molestando durante el partido.
El día deportivo comenzó por la mañana con un desayuno tardío, a las 12 y media más o menos, en el Archies. Como dice su anuncio, una "tradición en Reno" (fue abierto en 1995, tiempo suficiente para que los americanos hablen de historia y tradiciones). Está situado cerca de casa y del campus, al lado mismo del Rancho San Rafael, en una loma que domina todo el valle donde se asienta Reno. Teníamos un día soleado y calmado, así que nos atrevimos a sentarnos en la terraza, con unas vistas espectaculares. Son especialistas en desayunos 24/7. Dimos buena cuenta a un all American breakfast compuesto de huevos, mashed potatoes, ham, tostadas y café. Lo mejor para comenzar el día.
El siguiente paso fue ir a ver el partido en sí. Por consejo de Mateo, que conoce bien Reno aunque él es originario de Elko, fuimos a un Sports Bar situado en el cruce entre McCarran y Pyramid Way. Se llama Bully's, y como su nombre indica, es un lugar especialmente preparado para ver deportes por televisión -no para hacerlo, el único deporte permitido en el recinto es el levantamiento de vidrio-.


Llegamos relativamente temprano al lugar. El partido comenzaba a las 15:00 y nosotros nos personamos casi cuarenta minutos antes. Así que pillamos un buen sitio. Aunque realmente cualquier lugar en el Bully's es bueno. Imanol contó hasta cuarenta televisores, que permiten seguir el partido que se retransmite desde cualquier lugar y cualquiera sea la orientación.


La jornada comenzó con unas bebidas, graciosamente servidas por una camarera que resultó ser de apellido Basterreche. Su abuela era vasca, nos dijo. Ella de euskera no sabía nada, pero quizá por la cercanía, se nos ofreció voluntaria a sacarnos una foto de conjunto para inmortalizar el evento (de izquierda a derecha: Iker, Izaro, Iban, Imanol y yo, con los televisores en lontananza). Luego nos regalaría unas camisetas, y a mitad del partido nos vino con la noticia de que había llamado a su madre para preguntar el pueblo natal de su abuela... resultó ser Abadino.
Los partidos de fútbol americano duran una eternidad. Son en total cuatro cuartos de quince minutos cada uno, pero entre los intermedios, los cortes entre jugadas, los cortes para la publicidad, y las actuaciones de cheerleaders, la cosa se puede alargar bien hasta las cuatro horas y media, como tuvimos en la Superbowl. Y eso con suerte de que el partido no acabe en empate y haya OT (over time).
Por cierto, como curiosidad. Esta fue la primera superbowl en la que no hubo actuaciones de cheerleaders porque los equipos que llegaron a la final son dos de los únicos seis de todas las ligas que no disponen de estos grupos de bailarinas femeninas para animar, no sé si al equipo o al público.
Había seguidores de ambos equipos, aunque la mayoría estaba con los Packers, posiblemente porque todas las apuestas los daban como ganadores por tener mejor equipo. De todos modos, a nuestro lado teníamos a una pareja de seguidores de los Steelers, vestidos con la camiseta de su estrella, el hawaiano Polamalu...


Para dar emoción al asunto, entre nosotros decidimos dividirnos entre las dos aficiones. Primero la cosa iba de vizcaínos contra guipuzcoanos (nosotros con los steelers, por aquello de la siderurgia). Aunque a mitad de partido la cosa se puso seria, con apuesta de por medio (cinco dólares por barba, nada exagerado) y con un pequeño cambio: casa de los visiting contra casa de los Ph.D. candidates. Esto suponía que tuve que cambiar de chaqueta a mitad del partido, y no nos salió mal. Ganaron (ganamos) los Packers.

Lo mejor de todo es que disfrutamos del partido. ¡Lo entendimos! Fuimos capaces de seguir las jugadas, de entender las estrategias de cada equipo, incluso de gritar como locos cada vez que había un touchdown (que hubo pocos, la verdad). Un día completo, porque cuando salimos ya era noche cerrada.

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