Un año en Reno

En este diario iremos compartiendo algunas de las experiencias -espero que la mayoría de ellas agradables- durante los diez meses de estancia, día más día menos, como William A. Douglass Distinguished Scholar en el Center for Basque Studies de la Universidad de Nevada, Reno.

martes, 25 de marzo de 2014

Edurne tenía razón.

Sí, efectivamente. Edurne tenía razón. Uno de los riesgos de pasar una temporada más o menos prolongrada en el Sur de los Estados Unidos viene del lado de las calorías. O como diría Ana, de la "parte científica del evento". De la comida. Que ha sido una de las mayores sorpresas que he tenido en esta mi estancia en Columbus.
Muchas veces nos quejamos de los estereotipos que tienen los americanos sobre el resto del mundo. Esas simplificaciones a la hora de entender o identificar al resto de pueblos que habitamos en este planeta. Cierto es que algo de eso hay: son épicas las ocasiones en las que tenemos que aclarar que, "no, no estamos en ningún lugar cerca de México". Pero también es cierto que aquí podría aplicarse aquello tan bíblico de "quien esté libre de culpa, que tire la primera piedra". Porque si es por estereotipos, los que tenemos el resto del mundo sobre los Estados Unidos también son épicos. Y tan erróneos como el que más.
Por ejemplo: la comida. Si nos mencionan, así a vuelapluma, la gastronomía americana, ¿en qué pensaríamos? Seguro que no seríamos capaces de salir de la trilogía del fast food: hot-dog, burger y pizza. Lo cual, como todo los estereotipos, tiene algo de verdad, baste recordar de dónde son las dos mayores cadenas a nivel mundial de hamburgueserías; esas identificadas wolrdwide por un pasayo y una corona. Y también es cierto que hay un alto grado de uniformidad en el paisaje gastronómico de los Estados Unidos. Aquí en Columbus he encontrado franquicias de las mismas cadenas que conocimos en anteriores viajes en lugares tan distantes (geográficamente hablando) como Reno, Los Ángeles, Denver o Nueva York. La misma arquitectura con la misma decoración y el mismo menú, independientemente de que el establecimiento esté situado en medio del desierto de Nevada, en las nevadas planicies del norte, o el cálido sur.
Pero... no todo es como creemos. Y efectivamente, Georgia y Columbus tienen sus particularidades. En este mundo globalizado, en el que pareciera que desaparecen las diferencias y todos nos estemos convirtiendo en una misma cosa, es agradable ver cómo incluso en el país más adelantado en este terreno, la particularidad local y el sabor regional siguen existiendo y siendo apreciados.
Hoy he tenido mi conferencia en el CIE (Centro de Intercambio Internacional, la oficina que me ha estado haciendo de "ángel de la guarda" durante mi estancia aquí a fin de hacerme todo más sencillo y agradable, thanks Christine). Y como hemos acabado en ese momento tan extraño en el que finaliza el lunch time aquí pero apenas comienza la hora de comer en nuestro horario estándar al otro lado del océano, pues finalmente Neal ha tenido la amabilidad de invitarme. Y no a un M.... o un B..K...  o nada similar. No, hemos ido a una barbacoa. Mejor dicho, a una barbacoa de Georgia. Al más puro estilo local.

Porque, primera explicación de Neal mientras degustábamos el platter (consistente en plato central de carne más dos side dishes y la bebida) es que hay tantas barbacoas como estados en el sur, o incluso más. En cada región tienen su propia técnica, sus adobos diferentes, distintos cortes de carne, incluso tipos de carne -aquí en Georgia la barbacoa es, fundamentalmente, de cerdo-. Uno se va a North Carolina, por ejemplo, y se encuentra con algo totalmente diferente. "Por eso", me comentó, no existen cadenas de barbacoas, como sí las hay de hamburguesas o similares. Tendrían poco éxito, porque en este tipo de cuestiones, la gente sigue siendo muy exigente con el propio paladar.
El lugar al que acudimos se llama "Country's Barbecue". Un nombre genérico, la verdad. Solo está instalado en Columbus, con tres restaurantes abiertos. Que se pueden conocer porque desde primera hora de la mañana en sus alrededores se aprecia el olor de la madera quemada. Primera sorpresa: nada de hornos de gas o eléctricos o similares. El asado se hace con leña, y en unos hornos cerrados que permiten que la carne tomo el gusto del ahumado mientras se hace lentamente. Suena bien, ¿verdad?

Opté por dejarme aconsejar por Neal. No en la bebida, porque ya le he cogido gusto al sweet iced tea tan típico de esta región, y yo lo prefiero very sweet -a pesar del riesgo de diabetes-. Pero sobre el contenido, sí, dejé que me explicara el procedimiento.

Resultado. Aquí lo tienen. Barbecue Pork Platter, con la carne "chopped instead of sliced" -había esas dos opciones, y a estas alturas de la tarde no sé cómo traducirlas-. De side dishes, coleslaw salad, y una Brunswick stew, que por lo que pude deducir de las explicaciones de Neal y de su contenido, debe ser algo parecido a un potaje en el que incluyen lo que sobra del menú del día: mezcla de carnes desmigados y vegetales, con un leve tono picante, delicioso. Y de acompañamiento, corn bread -me ofrecieron pan francés, pero sería como pervertir la experiencia gastronómica con un elemento extranjero-.
En una palabra: delicioso. Sorprendente. Inesperado.
Por favor, cuando hablen de estereotipos, recuerden que no siempre son verdad. Y si vienen a los Estados Unidos y son de los que eligen su destino como dicen que hacen los vascos ("¿Se come bien ahí, pues?"), Georgia es una buena opción. Su estómago se lo agradecerá. Quizá no sus niveles de colesterol, pero a la vista de tal maravilla, ¿a quién le importa?


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