Un año en Reno

En este diario iremos compartiendo algunas de las experiencias -espero que la mayoría de ellas agradables- durante los diez meses de estancia, día más día menos, como William A. Douglass Distinguished Scholar en el Center for Basque Studies de la Universidad de Nevada, Reno.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Ellis Island

¿Cómo podría un historiador de las migraciones perderse una visita a Ellis Island? Se trata de un pequeño islote, casi en su totalidad artificial, situado justo en la desembocadura del Hudson, entre Manhattan y New Jersey. Las autoridades estadounidenses lo eligieron como uno de los puntos centralizadores de la inmigración: todo aquel extranjero que quería entrar al país para quedarse, debía primero pasar por una cuarentena, y cruzar las barreras administrativas, judiciales, ideológicas y médicas que ponían para evitar la entrada de elementos "indeseables". En esta categoría entraban desde enfermos incurables hasta comunistas recalcitrantes, pasando por ancianos sin recursos y personas con síntomas de "debilidad mental".




Hoy la isla de Ellis se ha convertido en un museo dedicado a la inmigración, que visitan reverenciadamente muchos americanos porque buscan en ella sus propios orígenes familiares: de hecho, quitando a los africanos (que no solían ingresar como inmigrantes sino como mercancía en los puertos del sur del país), y los asiáticos que lo hacían a través de San Francisco (donde hay otra isla parecida, pero menos conocida), su uno rastrea en los antepasados del americano común se topará siempre con alguien que está registrado en los archivos de Ellis Island. Así que para ellos visitar Ellis Island es, casi casi, lo más parecido a una peregrinación.



Como podéis apreciar, el edificio -que estuvo unas décadas abandonado- ha sido restaurado a la perfección, lo que ha permitido poner a disposición del público unos espacios muy amplios en los que se ofrece una visión general de las migraciones hacia los Estados Unidos, y se recrea todo el proceso que tenían que pasar los inmigrantes hasta ser aceptados (o rechazados, aunque muy pocos lo eran) para residir en el país.
Entre las muchas salas que pudimos visitar, seleccioné algunas secciones que resultan curiosas o atractivas por el modo en el que presentan un tema que, en principio, pudiera parecer muy árido. Así, por ejemplo, estos gráficos en forma de colores representan la evolución del número de inmigrantes según continentes de origen: los europeos hace tiempo que dejaron de venir en masa, ahora son sobre todo asiáticos y latinoamericanos los que buscan "hacer las Américas".


Detrás de las columnas de colores había también otra interesante instalación que representaba el origen múltiple de la población de los Estados Unidos. Por un lado se veían cientos de caras de personas, tomadas de los archivos de Ellis Island, pero según se cruzaba al otro lado dichas caras se convertían en la bandera de las barras y estrellas. Os pongo un video porque es el único modo de reflejar la peculiaridad de esta parte de la exposición.



De todos modos, la parte más impresionante de la exposición era una sala vacía: la sala en la que se apelotonaban los inmigrantes, en una inmensa fila, a la espera de ser llamados y anotados por los agentes de inmigración e iniciar su examen. Era la antesala al sueño americano.


Una vez en la salida, y mientras nos dirigíamos a la hamburguesería del museo para reponer fuerzas (con una cheeseburguer, todo hay que decirlo, seca como la mojama y a precio de oro, como todo en Nueva York), tuvimos todavía oportunidad de contemplar el espectáculo de los chorros de agua que unos barcos lanzaban delante de la estatua de la Libertad, justo enfrente del comedor al aire libre en el que acabamos la visita.



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