Un año en Reno

En este diario iremos compartiendo algunas de las experiencias -espero que la mayoría de ellas agradables- durante los diez meses de estancia, día más día menos, como William A. Douglass Distinguished Scholar en el Center for Basque Studies de la Universidad de Nevada, Reno.

martes, 23 de noviembre de 2010

No llegues tarde a casa...

Pues sí, éste es el mensaje que nos han dado hoy en el centro a los newcomers, sobre todo a aquellos que, como Iban o yo mismo, procedemos de la costa y no estamos acostumbrados a las trampas del clima invernal de Nevada. Bueno, mejor dicho, todavía otoñal porque aunque no lo parezca, aún estamos en noviembre.


Lo cierto es que pasarse el fin de semana embobado mirando como cae la nieve es muy bonito. Lo malo es cuando toca salir a la calle a cosas tan simples como ir a por el pan o subir a la facultad. Sin ir más lejos, así me encontré el coche el domingo, cuando decidí que sería conveniente probar a ver cómo es eso de la conducción con nieve. Primero tuve que limpiar concienzudamente la capa, ya helada, que cubría el parabrisas. Y me lancé como un jabato al Raley's, que es el hiper que tengo más cerca y tienen el único pan (junto con el de Uncle Joe's) que parece pan de verdad, aunque me claven casi cuatro dólares por la barra.
Nunca más. Derrapé cuatro veces, se me escapó el coche otras dos (ahora pienso que era por llevar puestas las botas de monte, ya que mi coche tiene los pedales del freno y del acelerador demasiado cerca entre sí), y sudé tinta para salir de un stop en cuesta arriba. Nunca hasta ahora había echado de menos el embrague... Todos los trucos que aprendimos, en la autoescuela y en la práctica, se vuelve inútiles cuando tienes un mosntruo con sólo dos pedales y sin palanca de cambios. El coche está nuevamente de vuelta, aparcado delante de casa, y ya puede quedarse ahí hasta que lo de la nieve remita. Por suerte hice acopio de comida y tengo el congelador con suficiente alimento como para hacer un viaje a Marte.
Hoy martes la cosa ha ido a peor. Estuvo nevando toda la noche, y buena parte de la mañana. A rachas, pero sin cesar. Hacía tanto frío que ya no vimos alumnos en chanclas (sí, hasta ayer mismo aún veíamos por el campus a valientes -de ambos sexos, pero sobre todo féminas- embutidas en abrigos y bufandas pero con los pies al aire, como si estuvieran paseando por la playa en agosto). Hoy sólo ha aparecido una por el Knowledge Cente, pero con calcetines (aún estamos debatiendo cómo pueden coordinarse ambas prendas).
La ida al CBS ha sido casi casi un momento bucólico, con la nieve recién depositada y los copos cayendo mansamente. Dado que -como bien sabéis todos los que me conocéis- tengo ciertos problemas de incompatibilidad con la posición vertical, incluso cuando no hay suelo deslizante, tenía mis miedos sobre si sería capaz de llegar entero a la Universidad, o con algún hueso hecho astillas. Todavía tengo dos articulaciones que aún no me he roto... No en vano alguno de mis ilustres predecesores (y no voy a decir nombres) se pegó alguna buena costalada bajando por las escaleras de casa, convertidas en una pista deslizante por el hielo. La facilidad con la que he llegado a mi despacho me ha hecho despertar mi optimismo. Eso sí, iba pertrechado como un sherpa, desde el forro polar a las botas de monte (lo que ha despertado algunas miradas de conmiseración entre los que saben que esta no es más que la primera escaramuza y que lo peor del invierno está aún por llegar).
Los colegas, con más experiencia de otros inviernos nevadenses, nos han despertado de nuestro ensueño. Hoy conviene que vayas pronto a casa, nos han recomendado cual madres de adolescentes. ¿Seguro? A partir del medio día habían cesado las nevadas, y un agradable solecito había sido incluso capaz de derretir parte de la nieve, sobre todo en las zonas asfaltadas, es decir, calles y aceras. ¿No serán un poco exagerados? Parece que la cosa no es para tanto.



Pues sí lo es: la nieve derretida, nada más que deja que darle el sol, se convierte en nieve. He sido capaz de cruzar varios charcos deslizándome por encima, y eso que cuando he vuelto a casa aún no era de noche. Suerte que he seguido el consejo, porque había zonas que eran ya una pista de patinaje contínua. Lo que más me ha costado es subir la cuesta desde el Wolf Den hasta la casa de Carmelo Urza: 50 metros de escalada en nieve que me ha llevado casi cinco minutos, agarrándome a cualquier cosa que me permitiera evitar, no la caída, sino el retroceso del terreno laboriosamente ganado. Cuando he llegado a casa he respirado. Tras echar el "Ice Melter" (ese milagro que evita que el agua se congele, más efectivo que la sal que echan en las carreteras vascas), me he atrincherado tras la puerta, al abrigo de la calefacción.


La KRNO, una de las estaciones locales de televisión, estaba dando las noticias. Hoy sólo había una: el tiempo. Cadenas en todas las carreteras, y recomendaciones para viajar con prudencia, sobre todo a quienes hoy cogían el coche para irse a celebrar el Thanksgiving con sus familias. Hoy será la noche más fría que hemos tenido en toda la temporada: anuncian 6º F. Es, grosso modo, 15 bajo cero en notación europea. En días como hoy, nos acordamos especialmente del inventor de ese milagro llamado calefacción.

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