Un año en Reno

En este diario iremos compartiendo algunas de las experiencias -espero que la mayoría de ellas agradables- durante los diez meses de estancia, día más día menos, como William A. Douglass Distinguished Scholar en el Center for Basque Studies de la Universidad de Nevada, Reno.

jueves, 21 de octubre de 2010

Las primeras nieves

Aunque suele decirse que Reno es una ciudad del desierto, lo cierto es que es una ciudad fronteriza. Unos pocos kilómetros al oeste y el paisaje cambia abruptamente, con bosques de coníferas y lagos como el Tahoe. Y al reves, unos minutos de marcha por la I-80 hacia el este te deposita en el reino de la nada más absoluta, millas y millas de paisajes ocres en los que la vegetación se reduce a motas verdes que marcan la situación de una gasolinera, un restaurante o un motel de carretera.
Esta situación fronteriza se aprecia cuando uno mira al horizonte y ve los montes que nos rodean. Son montes cuya base está en el desierto, pero que según van escalando al cielo se cubren de vegetación. Y cuando llega el invierno, de nieve. No en vano los primeros españoles que llegaron a este territorio lo denominaron Sierra Nevada. De ahí el nombre de este estado y de sus productos (aquí todo tiene el brand name de Sierra: hay un Sierra Outlet, un Sierra Mall, un Sierra Mist, que viene a ser como el Kas de limón de toda la vida...


Pues bien, estas dos semanas pasadas ha llovido. Y mucho, en plan torrencial, con la consecuencia añadida de que hemos tenido filtraciones de agua en el sótano de la casa. Han durado poco, dos días cada vez, pero cayendo el agua en plan catarata. Hoy tenemos otra vez sol y un cielo totalmente azul como habitualmente. Pero con una novedad en el horizonte. El Alpine Walk Peak, con sus 8.957 pies de altitud (2730 metros) ha aparecido cubierto de nieve. Dicen los lugareños que poco a poco el blanco irá cubriendo más superficie del monte hasta llegar a la ciudad. Cuando esto ocurra habrá llegado el invierno.


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