Los muelles de San Francisco se han reconvertido. Algunos mantienen su carácter marítimo; son los sitios donde salen los ferries que cruzan la bahía, o los que hacen las excursiones para los turistas, hasta el Golden Gate, Alcatraz o incluso, ya en el interior, hasta la zona de San Mateo. En otros lugares hay yates y botes particulares. Pero en la zona norte, cerca ya de la Marina, el puerto se ha reconvertido en un parque de atracciones. Un lugar en el que se concentran paseos, tiendas, restaurantes, heladerías, y en general todo el tipo de atracciones que le gusta al turista americano.
La quintaesencia del Fisherman's Wharf, que es como se llama el invento, lo constituye el famoso muelle o Pier 39. Originalmente no es un invento americano, sino británico. Su base está en los famosos muelles que en Brighton o en Blackpool se adentran en el mar, cual paseos escapando de la costa, cubiertos de todo tipo de atracciones festivaleras. Eso sí, los americanos han cogido la idea y la han elevado a la quinta potencia.
Entrada a Pier 39 |
Pier 39 es, en el fondo, un centro comercial. Sobre una arquitectura que quiere recordar a las viejas cabañas de los pescadores que otrora ocupaban estos muelles, se han situado todo tipo de tiendas. Algunas son propias de un lugar turístico, con los típicos recuerdos (camisetas de "I was in SF" o "Escaped from Alcatraz", las mismas que venden en Chinatown pero cuatro veces más caras; postales, imanes de nevera, gorros, platos, etc...). También abundan los restaurantes de ambiente marino, las cafeterías, tiendas de golosinas, pero también hay tiendas que más bien esperaríamos encontrar en un mall en las afueras. Con decir que incluso había un "Left Handed Shop" donde venían todo tipo de gadgets para zurdos (de haber contado antes con el abrelatas para zurdos no me habría hecho el corte en el dedo que me ha adornado la mano durante una semana).
Se trata de uno de los lugares más concurridos de San Francisco. Cientos y cientos de personas que se afanan, sin embargo, no por entrar en las tiendas, sino llegar hasta el fondo, donde les espera una sorpresa.
Y la sorpresa no es, no, la espectacular vista sobre la bahía.
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